En uno de los edificios que la rodean vivió el poeta dramaturgo Oscar Wilde y una de las mayores atracciones es el monumento en su honor, pintado de manera que el color lo haga distinto de los monumentos de piedra gris que suelen ocupar los parques: la estatua inspira alegría, vida, y la actitud, sobre una roca es la de perfecta comodidad con la vida

     Uno de los paseos más bellos que se puede hacer al visitar Dublín, la capital de Irlanda, es a través de la Plaza Merrion, ubicada en el corazón de la ciudad y siempre verde, a más de ser el parque más grande de la ciudad. Lo particular de la plaza es que es un verdadero refugio del ruido de la ciudad, pues Dublín es como toda ciudad moderna: edificios llenos de oficinas de gente atareada, tráfico imposible en las horas pico, contaminación, etc. El trabajo de jardinería que rodea a la Plaza Merrion ha sido hecho de tal forma, que una vez dentro, no se puede ver nada de la ciudad y es como perderse a través de verdes senderos en un lugar campestre alejado de la urbe.

Sin embargo, la Plaza Merrion no es solamente atractiva por este particular aspecto, sino porque tiene una historia de gran importancia para Dublín. Parte de la plaza, en el paseo que circunvala el parque por la parte externa, son los edificios de la época georgiana, llamada así en honor a los cuatro reyes de nombre ‘’George’’, y que ocuparon el trono entre 1714 y 1830. La arquitectura erigida durante este período correspondía precisamente a los gustos de la casa real, con paredes de ladrillo visto, ventanales de rejas a lo largo y a lo ancho a fin de formar hileras de cuadrados de cristal, fachadas altas que culminan con pequeñas torres formadas de manera estilizada mediante niveles inclinados que dan la impresión de escaleras; sin embargo, parte de la arquitectura georgiana era la jardinería, que estaba llamada a complementar dichos edificios mediante senderos, grandes arbustos y árboles, todo construido de manera que imitase a las colinas, curvas, y demás ‘’irregularidades’’ de la naturaleza, precisamente en contraposición a ajustarse a formas geométricas que desdicen de esa espontaneidad que se halla en lo natural.

Los senderos de la Plaza Merrion parecen ciertamente sacados de un cuento de hadas; hacen giros de manera inesperada y uno no sabe en realidad qué va a encontrar más allá de ese giro, pues da la sensación de que cada camino nuevo que se esconde a la vuelta, puede llevar a un mundo maravilloso, lleno de verdor y quizá de fantasía, repito, como en los cuentos de hadas.

La Plaza Merrion data del año 1770 y, en uno de los edificios georgianos que la rodean, vivió el poeta dramaturgo Oscar Wilde. Por eso, no es de extrañar que una de las mayores atracciones de la plaza es, justamente, un monumento en honor a dicho escritor. El monumento ha sido pintado de manera que el color lo haga distinto de los muchos monumentos de piedra gris que suelen ocupar los parques. Así pues, la estatua inspira alegría, vida, y la actitud, sentada sobre una roca, es la de perfecta comodidad con la vida y, a la vez, de poseer esa condición analítica sobre todo y todos, requisito indispensable para la escritura a la par con la sensibilidad.

La plaza también guarda un pasaje en el que hay una colección de farolas antiguas que, en algún momento, iluminaron distintos parajes de la ciudad. Igualmente, existe una hilera de arbustos perfectamente cuidados y que representan una de las plantas icónicas de los jardines georgianos. Así pues, al ser este jardín inmenso parte original de los edificios georgianos, resulta claro que, en el pasado, se trató de un espacio verde privado. Es fácil entonces imaginarse a Wilde caminando por estos senderos, quizá sentándose a descansar en una roca similar sobre la que hoy reposa su monumento, escribiendo pasajes que luego serían parte de sus grandes obras o quizá sólo tomando nota sobre situaciones, emociones, u otros aspectos a los que más tarde les daría forma al escribir. En los alrededores del parque, es posible encontrar no solamente restaurantes y bares sino también espacios para el alojamiento; además, los edificios georgianos que la rodean albergan la Galería Nacional de Irlanda y el espacio adyacente al museo en el cual se halla el Museo de Historia Natural. Ambos sitios son, por supuesto, visita obligada y placentera. Cabe señalar que el parque es además famoso por ser muy seguro a cualquier hora.

Resulta siempre muy grato encontrar que una ciudad modernizada acorde con las exigencias de la vida de hoy, proteja estos espacios que permiten a cualquier persona escapar del ruido urbano en cualquier momento del día, de manera tal que es posible olvidar que a pocos pasos, existe todavía el trajín.

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