Hermoso lago formado por la presa El Labrado, en un paisaje solitario esplendoroso e inspirador.

Desde altas zonas de vegetación nativa y de humedales de más de treinta mil hectáreas, al noreste de Cuenca, fluyen corrientes controladas para preservar el ambiente, regar sembríos, brindar salubridad y aportar electricidad al sistema nacional interconectado. Está a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, a 40 kilómetros de Cuenca

Ua historia reciente del milenario paraje tiene más de setenta años, cuando a inicios de los cuarenta del siglo pasado se buscaba donde montar una nueva planta eléctrica, pues la del río Yanuncay, instalada en 1916, ya era corta. El técnico Max Rueff, en 1945, recomendó la cuenca del Machángara y desde fines de 1956 la Municipalidad operó allí la planta Miraflores, con 2 500 kilowatios, financiada por la Corporación de Fomento, la Caja de Previsión Social, concejos de Cuenca y Azogues y la Asistencia Pública de Azuay y Cañar.

De inmediato vinieron mejoras y ampliaciones en las instalaciones de la empresa Miraflores y de la Empresa Eléctrica Cuenca como se la llamó luego, con reservorios y presas donde guardar agua para los estiajes. La presa de El Labrado, para 6.2 millones de metros cúbicos, empezó a operar en 1972; la de Chanlud, para 17 millones, en 1996. En 1979 la empresa Cuenca pasó a llamarse Eléctrica Regional Centro Sur (EERCS) y el Instituto Ecuatoriano de Electrificación (INECEL) y varias municipalidades del austro se hicieron accionistas. Desde 1980 amplió la dotación eléctrica a poblaciones del Azuay, Cañar y Morona Santiago, con la planta que había empezado a llamarse Saymirín, y la de Saucay, cuya potencia instalada dos años antes fue de 24 megawatios.

 El Gerente de Elecaustro, AntonioBorrero, expone a periodistas detalles de la planta Saymirín, en una visita el 20 de marzo pasado.

La mayor transformación en el sistema eléctrico de la cuenca del Machángara se produjo en 1999, cuando por nuevas disposiciones legales las empresas eléctricas del país se escindieron para la generación y distribución, creándose la empresa Elecaustro, que pasó a ser propietaria de las plantas generadoras de la región, responsable de su operación y mantenimiento. A partir de entonces, vino la etapa de mayor modernización y se intensificaron las responsabilidades técnicas, sociales y ambientales.

El 20 de marzo pasado periodistas del país visitaron Saymirín y la represa El Labrado, dirigidos por Antonio Borrero Vega, gerente de la empresa. La experiencia de mirar las casas de máquinas de antes y de hoy, las caídas de agua por tuberías de cientos de metros de altura, los equipos de generación eléctrica antiguos y nuevos, los cableados que atraviesan montañas cubiertas de vegetación nativa y los paneles electrónicos de control a través de pantallas de observación, permiten valorar los esfuerzos técnicos y humanos desarrollados con perspectivas de futuro a través de la sucesión de décadas. La primera planta de Miraflores, después Saymirín I y II, es hoy un emblemático museo de la electricidad de Cuenca. La primitiva instalación para generar 2.5 megawatios ha cedido a modernos equipamientos fabricados en Cuenca para producir 15 megawatios de energía limpia. Los cuatro mil litros cúbicos de agua que impulsan las turbinas desfogan al río en un espectacular torbellino de chorros golpeándose espumeantes con el nivel ecológico natural.

Y las aguas continúan para ser aprovechadas en regar alrededor de 1 300 hectáreas de cultivos de propiedad de tres mil familias de agricultores. Por añadidura, la planta de Tixán se alimenta con alrededor de 800 litros de agua por segundo, que al ser potabilizadas, se distribuyen a la mitad de los 600 mil habitantes de la ciudad de Cuenca que tienen asegurada su provisión hasta más allá de 2035.

Lo importante de la cuenca del Machángara más que la producción eléctrica es la preservación de la naturaleza, el desarrollo de programas agrícolas, ganaderos, sociales y culturales para los pobladores de la parroquia Chiquintad, donde se asienta. Un Comité de Conservación, creado en julio de 1998, integran el Ministerio del Ambiente, la Secretaría del Agua, Elecaustro, la Universidad de Cuenca, la empresa municipal ETAPA, el Ministerio de Agricultura, el Gobierno Provincial del Azuay y la Junta de Usuarios del Sistema de riego Machángara. El organismo asesora a los campesinos para prevenir incendios forestales y capacitarlos en la caza, la pesca y tala de vegetación. Para proteger las fuentes hídricas se han sembrado alrededor de 500 mil plantas nativas y se mantiene programas agroforestales y pastoriles; se incentiva los huertos familiares, la producción de abonos orgánicos, el mejoramiento de pastos y sistemas de riego parcelario. Además, se cumplen programas de educación ambiental para los habitantes de la zona y alumnos de planteles docentes, y se promocionan las buenas prácticas agropecuarias.

La generación eléctrica de la cuenca del Machángara es importante, pero más la responsabilidad social, ambiental, cultural, de organización campesina y el fomento de microempresas agrícolas que generan dinamias económicas para los vecinos en cuya jurisdicción se asientan las instalaciones, destaca el gerente Antonio Borrero Vega.

La empresa dispone de otras generadoras y tiene en marcha nuevos proyectos. Cuando se constituyó en 1999 generaba 69,26 MW con las centrales de Saucay (24 MW), Saymirín III-IV (8 MW) y las termoeléctricas de El Descanso (19,2 MW) y Monay (11,63 MW). Monay terminó su vida útil en 2008 y la producción total se redujo a 57,63 MW. Pero en 2012 empezó a operar la hidroeléctrica Ocaña (26,1 MW) y en 2014, con la modernización de la central Saymirín y la construcción de Saymirín V, más la repotenciación de la mini central de Gualaceo, subió a 85,7 MW.

Actualmente avanza el proyecto eólico Minas de Huascachaca, entre los límites de Azuay y Loja, para generar 50 MW e incrementar a 135.7 MW el aporte de esta empresa de generación eléctrica cuencana al sistema nacional interconectado. Por fin, el proyecto hidroeléctrico Soldados Yanuncay, que está en vías de comenzar, entre las parroquias Baños y Sayusí, de Cuenca, aportará 14,6 MW, pero los mayores beneficios serán la protección ambiental, disminuir el riesgo de inundaciones y el apoyo múltiple a los habitantes de las poblaciones aledañas.


La luna y el alumbrado público

Las obras hidroeléctricas de la cuenca del Machángara son patrimonio histórico de Cuenca en cuanto al uso de fuentes de generación energética. Están antecedidas por la iniciativa del ingenioso cura Manuel María Vintimilla Argudo (1862-1953) que en 1900 prendió focos en el frontis de la Escuela Central al accionar una turbina impulsada por fornidos obreros, ante el asombro de los cuencanos que vieron por primera vez lo que era el alumbrado eléctrico. Años antes, el clérigo había puesto a operar una planta movida por un salto de agua en la propiedad de su hermano Luis, en la parroquia Baños.

Luego, el 10 de agosto de 1914, Roberto Crespo Toral inauguró una planta hidroeléctrica cuyos equipos importados llegaron arrastrados por bueyes, hasta las proximidades del actual mercado El Arenal, cerca al río Yanuncay. Dos años después, la Municipalidad puso a funcionar una planta hidroeléctrica que con altibajos y transferencias a manos privadas, operó hasta 1989. El cura Vintimilla es pionero en la historia de la electrificación en Cuenca, con su rudimentario ensayo cuyas características esenciales son las mismas de los proyectos que vinieron luego.

Antecedentes aún más antiguos sobre alumbrado público fueron un mandato municipal de 1844 en carteles públicos que invitaban a proveer de faroles para las fachadas domiciliarias y, más tarde, la ordenanza municipal del 14 de octubre de 1893, que disponía la obligación de los propietarios de casas del centro de la ciudad de colocar faroles en el frontis desde que caían las sombras nocturnas hasta las 10:00 de las diez y ocho noches oscuras de cada mes, sin el alumbrado público de la luna.

Cuando en 1955 se construía la planta de Miraflores, más tarde Saymirín, periodistas de entonces la visitaron y es anecdótico revisar lo que escribió Alberto Andrade Arízaga, asombrado ante el monumental proyecto hidroeléctrico: “La Miraflores es simplemente la estación que separa el pretérito del taller con el futuro de la fábrica; es simplemente el puente entre la ciudad vieja y la ciudad nueva que mañana dirá el himno rotundo del trabajo y de la producción”.

Los periodístas que el mes pasado volvieron por esas rutas no han podido menos que admirar las iniciativas, esfuerzos y sacrificios de los gestores de esas obras que, modernizadas y repotenciadas, son raíces que sustentan los grandes proyectos que vinieron a partir del complejo hidroeléctrico Paute, que utiliza en el siglo XXI aguas turbinadas del sistema hídrico del río Machángara que juntan su energía a otros cauces del Azuay y Cañar, para impulsar el desarrollo, la producción y la economía en todo el país.

Arriba: La presa de El Labrado, en construcción, en 1972. Abajo, una visita a la obra: El Ingeniero Mackintach.; Rómulo Neira Carrión; Arturo Salazar Orrego; Alejandro Serrano Aguilar (alcalde de Cuenca); Medardo Torres Ochoa, constructor; Gerardo Serrano Ledesma (concejal) y Daniel Toral Vélez, Gerente de la Empresa Eléctrica Cuenca. A la derecha ingeniero Barros, del equipo constructor. Esta foto es del 01 de diciembre de 1970

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