Por Yolanda Reinoso
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El parque central de la gran selva de cemento es no sólo un pulmón fundamental de la urbe, sino un icono de su historia, tan emblemático que 25 millones de personas lo transitan cada año. Empieza en la calle 59 y se extiende hasta la 110, es decir que son 51 cuadras que pueden recorrerse admirando la frondosidad de sus árboles, dispersando la mente al observar las ardillas correr de un lado a otro, escuchando el trino de los pájaros cubrir el tráfico, disfrutando de los variados colores de las flores que rodean estanques y lagos.

Los llamados "campos de fresas" (Strawberry Fields) a nivel de la calle 71, rodean el mosaico que, instalado en el suelo, reza la palabra "Imagine", recordando a John Lennon, quien habría sido uno de los más asiduos visitantes del parque mientras vivió en el edificio Dakota, ubicado justo en frente. En pleno centro del parque está el castillo Belvedere, construido en 1865 con líneas arquitectónicas victorianas, junto al Teatro Delacorte, donde cada verano se hacen presentaciones gratis y al aire libre, de las obras de William Shakespeare. Dentro del castillo, que además sirve como base del observatorio astronómico Henry Luce, se hacen a diario las predicciones meteorológicas de la ciudad.

Y hablando de esculturas, no se puede dejar de mencionar la de "Alicia en el país de las maravillas", esculpida en bronce. Muchos de los personajes creados por Lewis Carroll están allí, rodeando a Alicia, sentada sobre un enorme hongo. Pero lo que a menudo se desconoce sobre esta particular escultura, que llama tanto a adultos como a niños, es que fue originalmente un regalo del filántropo Delacorte a su esposa Margarita, es decir que estamos frente a un obsequio de amor por demás extravagante, y sin embargo tan bien puesto, que es uno de los más visitados.

Al estar dentro del parque central, uno siente que la ciudad afuera no existe, y sin tener que viajar por horas, se ha entrado en la tranquilidad de la naturaleza que se aleja del ruido urbano. Los parques son terriblemente necesarios en la vida citadina: purifican el aire, pero también la mente.