Por Julio Carpio Vintimilla

 

Julio Carpio Vintimilla

Ni SENPLADES, ni el CONESUP, ni las universidades individuales tienen un verdadero plan de mejoramiento. Ni siquiera alcanzan una buena visión de su problemática y   de sus soluciones. Aceptemos la pobreza del debate universitario.   Aquello de la autonomía, de la sede de la razón, del compromiso con el pueblo, de la rebeldía estudiantil; la infinita y   necia reiteración de los prejuicios antinorte-americanos  

Estudié tres años de Economía en la Universidad Central. No me sirvieron de nada Cuando fui a estudiar a Chile, debí empezar de nuevo mi carrera ( Eso escribió un lector del diario EL COMERCIO, hace unos meses. ) ¡Qué tal! ¿Y en qué clase de hechos se puede poner esta deprimente situación?   Bueno, pongámosle, por de pronto, -- y   para usar la terminología correísta de moda €“ en la clase de los llantos. Ya está: el llanto de Santiago. Y, ahora, sin más, vayamos al meollo de la cuestión de hoy.
Aceptemos ya la calamidad, el desastre de nuestra educación superior. No los maquillemos con la débil y   engañosa retórica. Las mejores universidades ecuatorianas €“ sobran los dedos de una mano para contarlas €“ son apenas regulares en una escala latinoamericana. Todas las demás son, de hecho, malas o pésimas. ( ¿No lo cree? Compruébelo. Vea, en INTERNET, los escalafones de las universidades internacionales. De paso, agreguemos que las defensas de nuestras rezagadas instituciones €“ que leemos frecuentemente en los periódicos €“ son nada más que tardíos alegatos de los intereses creados. ) Aceptemos que ningún organismo €“ ni el SENPLADES, ni el CONESUP, ni las universidades individuales €“ tiene un verdadero plan de mejoramiento del sector. (Y, ni siquiera, alcanzan a tener una buena visión de su problemática y   de sus soluciones.) Aceptemos €“ por lo anterior €“ la pobreza del debate universitario. ( Aquello de la autonomía, aquello de la sede de la razón, aquello del compromiso con el pueblo, aquello de la rebeldía estudiantil; la infinita y   necia reiteración de los prejuicios antinorteamericanos ) Aceptemos que casi todos los cursos ecuatorianos de posgrado y   cuarto nivel son nada más que lamentables y costosas simulaciones. Aceptemos que una nueva ley de educación superior no cambiará, en nada, la situación real y   concreta. ( Las universidades no se mejoran por decreto.   Pero, en cambio, sí servirá para poner e imponer reglas arbitrarias; para controlar y   manipular a las instituciones.   Es decir, en definitiva, para agregar lo indeseable a lo casi impeorable.) Aceptemos que si Correa puede hoy vapulear impunemente a las universidades, es porque éstas, pobres, carecen de solvencia
( Paradoja y   mal agradecimiento: Las universidades, precisamente, construyeron el camino del infierno por el cual nuestro Presidente llegó al poder.)   Y, aquí, viene bien aquello de los izquierdistas €“ medio sobado, forzado y   trasnochado --   de que hay que cambiar la protesta por la propuesta. ¡Ah, caray!   E hizo falta cuarenta años de cuasicaos y   absurdo para llegar a semejante e iluminadora conclusión   Cuarenta años €“ nada menos €“ perdidos para la educación superior ecuatoriana. Y €“ por sus conexiones y   consecuencias €“ también, en general, para toda la educación del país.
Aceptemos que casi todos los cursos ecuatorianos de posgrado y   cuarto nivel son nada más que lamentables y costosas simulaciones. Aceptemos que una nueva ley de educación superior no cambiará, en nada, la situación real y   concreta
La Universidad de Cuenca es una de las que más prestigio académico tiene en el Ecuador.
Busquemos, ahora, una perspectiva. Es necesaria. Revisemos unos puntos de la historia de nuestras universidades. Las semiclericales   instituciones superiores ecuatorianas del siglo   XIX   mejoraron algo, ciertamente, con la aplicación de la Reforma de Córdoba. ( Laicismo, democratización del ingreso, libertad y concursos de cátedra, cierta modernización )   Muy discutibles €“ y, a la larga, dañinos €“ resultaron, en cambio, los principios y   normas de la organización académica y   del llamado cogobierno. ( Centros de estudiantes, federación nacional de estudiantes, elecciones internas de autoridades Que, primero, crearon y, luego, exacerbaron la politización y el clientelismo institucional. ) Bueno, -- con sus más y   sus menos €“ la reforma cordobesa, hacia 1960, estaba ya prácticamente agotada. ¿Por qué?   Pues, porque la educación superior internacional había cambiado mucho. Después de la Segunda Guerra Mundial, las universidades norteamericanas se habían convertido en las mejores del mundo. Y, por ello, los académicos de muchos países las tomaron como modelos. Con la Alianza para el Progreso, se intentaron, en América Latina, algunas reformas en esta dirección. En el Ecuador, el intento de la Universidad Central fracasó completamente por la cerrada oposición de la izquierda. ( Fortalecida y   estimulada por la Revolución Cubana. ) Y, desde ese momento, las esenciales preocupaciones académicas quedaron postergadas. Y se antepuso, a ellas, la obsesión -- mejor, en este caso, que preocupación €“ política. En 1969, las ya anómalas circunstancias empeoraron con el libre ingreso; y, unos años después, con el cogobierno paritario. Empezó, entonces, el desastre: cundió el dogmatismo izquierdista; y   llegaron el populismo académico, el clientelismo vicioso, el facilismo En suma, se instaló de lleno la politización radical. Y los vientos de esta tormenta trajeron los lodos de hoy: la gobernante nomenclatura izquierdista, la FEUE   como un insólito e irregular grupo de presión, la fuerza de choque de los tirapiedras y quemallantas, las vergonzosas legiones de profesionales incompetentes Desde otro punto de vista, trajeron eso que algunos han llamado la locura de nuestra   Pedagogía   ( La que €“ en su derecha razón €“ debiera, por ejemplo, condenar el facilismo; y   capacitar a los estudiantes para desempeñarse en un mundo complejo y   difícil.)   Y aquí estamos Y de este aquí terrible, tenemos que salir. ¿Cómo?   Bueno, olvidémonos ya de la casi centenaria Reforma de Córdoba   Abandonemos la suicida politización universitaria Pongámonos, sensatamente, a la altura de nuestros tiempos
¿Qué hacer?   No hay, por supuesto, remedios mágicos. Nosotros sólo podemos barajar unas cuantas ideas. Necesitamos €“ dice una profesora española, en EL PAIS, de Madrid €“ una universidad que se maneje como El Barsa (No tenemos en nuestro teclado la c cedilla.)   Es decir, por los méritos y   los resultados; buscando la eficacia y   la excelencia; como un club del fútbol más alto Algunos gobiernos árabes han convenido con universidades norteamericanas la instalación de éstas en sus países.  
( Una especie de universidad llave en mano. Solución mucho más barata y   fácil que el envío de miles de becados a los Estados Unidos. Se trata del establecimiento de un modelo a seguir; algo como lo que hizo García Moreno con la Politécnica de Quito. ) Las nuevas universidades deben organizarse en departamentos de ciencias básicas, ciencias aplicadas y   estudios interdisciplinarios. ( Ejemplo: Departamento de Física, Departamento de Ingeniería Civil, Departamento de Urbanismo, respectivamente.) Las nuevas universidades deben tratar, entre sí, la distribución de especialidades y   niveles.
( Siendo así, los estudiantes deben tener la chance de elegir los lugares dónde quieren estudiar.)   Se debe eliminar las elecciones internas. ( Crean, casi inevitablemente, partidarismo,   rivalidades y   clientelismo.) La asociación universitaria debe limitarse a las actividades paraacadémicas (cooperación, esparcimiento, deportes ). Los profesores deben ser contratados periódicamente por las universidades; y   remunerados según su capacidad y   su rendimiento. ( Sólo los excelentes adquirirán, con el tiempo, el derecho a una cátedra vitalicia. Y hay que atraer el talento extranjero.)   El rector €“ un académico de nota €“ debe ser solamente el representante formal de la universidad. Debe haber   separación de lo estrictamente administrativo y   lo académico; con organismos distintos. El Consejo Administrativo €“ el máximo organismo universitario --   debe ser elegido por los ex alumnos, los benefactores y   ciertas personas destacadas y   competentes de la comunidad local. Un largo etcétera
Terminemos. // Sé muy   poco; apenas he estudiado algo; no estoy   en capacidad de seguir un posgrado en el extranjero He desperdiciado unos juveniles y   preciosos años en la infecunda politiquería estudiantil //   Estas son las palabras que bien pudieron acompañar el llanto de Lovaina.   Su significado es claro y   preciso. Y no se trata, por supuesto, de un caso aislado. Desgraciadamente, en esto, Rafael Correa Delgado habló por muchos, muchos Y su melodramática declaración simbolizó muy bien la tragedia de la actual educación ecuatoriana.                          


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