Un arquitecto que descubrió en la pintura la expresión más auténtica, libre y acabada de su sensibilidad, sin las ataduras posmodernistas en las que no encuentra la belleza ni el deleite espiritual que inspira la creación artística

Después de casi 30 años de "prestar sus servicios" Leopoldo Cordero Ordóñez empezó a trabajar en serio luego de jubilarse: los artistas tienen sus notas de extravagancia que los singulariza.
En mayo exhibió en La Casa de las Posadas la muestra Volcanes, Mares y Girasoles, con alrededor de 30 cuadros al pastel y al óleo que permiten contemplar el arte en el concepto más original de la creación inspirada en los encantos de la naturaleza: flores, árboles, cascadas, mares, cielos, crepúsculos, montañas.
Sin pretensiones de encasillarse en tendencias pictóricas de moda y más bien como una reacción frente al profesionalismo academicista, su obra es una visión transparente y genuina del mundo y de la vida, a través de la óptica de quien no pretende ser un maestro, sino un infatigable aprendiz de la pintura.
En sus cuadros está una postura crítica frente a los conceptos posmodernistas sobre el arte y la belleza con los que ganan aplausos y premios muchos publicitados creadores cuya obra desconcierta al público en las grandes €“generalmente desoladas- exposiciones y galerías. El público de Cordero Ordóñez es el gran público, sin que deje de mostrar en cada uno de sus cuadros la acabada textura y el dominio en el manejo de los colores.
Al presentar la exposición, con sencillez y la sinceridad de quien está consciente de la razón de ser de su producción, Cordero sacudió al auditorio: "Es evidente que el deleite espiritual no es de ninguna manera absoluto; habrá siempre seres humanos que se deleitan frente a una obra que para otros resulte simplemente aberrante. Algunos ejemplos: en una de las bienales de Venecia se exhibió como obra de arte a una niña mongólica acostada sobre una tarima. En nuestra ciudad se expuso en una importante sala una especie de canoa en la cual yacían algunos peces en estado de descomposición. En nuestras bienales se expuso un enorme lienzo manchado con desechos y sangre de un cadáver al cual se lo había hecho rodar sobre la tela luego de habérsele practicado la autopsia. ¿Serán éstas obras de arte? ¿Podrán despertar en alguien deleite espiritual? ¡Todo es posible! "
Cordero empezó a pintar en 2001 tras jubilarse como docente de la facultad de Arquitectura de la Universidad de Cuenca. Una íntima vocación cuya semilla había detenido su germinación desde la infancia, le llevó a tomar con pasión el pincel, óleos y pasteles, para descubrir auténticas posibilidades de realización humana, sin la presión obligatoria de horarios ni calendarios. "En los primeros tres o cuatro años trabajé hasta 14 horas diarias", dice el profesor jubilado que en vez de descansar prefiere trajinar por horizontes nuevos, con libertad y por propio gusto.
En su pintura hay un retorno a la infancia, edad en la que se imprime en la retina y en la conciencia la belleza de las imágenes más cercanas del paisaje y del entorno, con sus colores y sensibilidades. Aún más, son los nietos €“cinco nietos entre 14 y tres años- los "maestros" con los que se dedica al aprendizaje de la creación pictórica. "Prefiero seguir pintando mis arbolitos, mis flores, mis mares, mis cielos y lo seguiré haciendo en compañía de mis queridos nietos. Con ellos he trabajado toda mi obra", confiesa el pintor que aspira, algún día, descubrir el colorido del alma infantil que los inspira.

 

La trayectoria y la vida
Leopoldo Cordero Ordóñez, nacido en Cuenca en 1944, es un hombre de cultura apasionado por la literatura y el arte. Recién graduado fue profesor de primaria y funcionario municipal de avalúos, hasta ingresar en 1976 a la cátedra universitaria en Arquitectura, facultad de la que fue Decano de 1996 a 2001, año de su jubilación. También estuvo ocasionalmente encargado de la rectoría de la Universidad.
Fue vicepresidente de la Asociación de profesores de la Universidad, vicepresidente y presidente por la región andina de la Unión de Escuelas y Facultades de Arquitectura de Latinoamérica.
A partir de la jubilación, se dedicó a la pintura y ha presentado tres exposiciones, la última en la Casa de las Posadas. Proyecta seguir dedicado al arte con pasión, pues halló en la pintura una forma de realización que se había estancado por los ajetreos de la docencia y la vida. Pero también ha vuelto al ejercicio profesional, para satisfacer necesidades humanas en tiempos cada vez más apremiantes frente a las pensiones de la jubilación.
Es un personaje que gusta de la literatura y dedica mucho tiempo a la lectura, sin renunciar a la vida de bohemia y amigos, para compartir experiencias y encontrar sentido existencial a través del buen humor.

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