Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora
Ecuador es el único país del mundo que admite a los extranjeros sin visa alguna, medida que si bien nació de un deseo de confraternizar con otros pueblos, no contempló los inconvenientes que derivarían de tal disposición, porque han surgido una serie de irregularidades y se han generado conflictos personales difíciles de solucionar

Para viajar a otros países los ecuatorianos sabemos que sin la visa respectiva nuestro propósito sería vano. Todas las naciones mantienen este control que permite registrar al inmigrante con lujo de detalles, ubicarlo en una dirección determinada e inclusive controlar las actividades que cumple en el territorio nacional.

Sin embargo, y por primera vez, el Ecuador es el único país del mundo que admite a los extranjeros sin visa alguna, medida que si bien nació de un deseo de confraternizar con otros pueblos, no contempló los inconvenientes que derivarían de tal disposición, porque han surgido una serie de irregularidades y se han generado conflictos personales difíciles de solucionar.

Por ejemplo, las admisiones libres de cerca de tres mil cubanos que para obtener la residencia optaron por casarse con nuestras compatriotas, deja advertir una decisión inconveniente. Una vez logrado su propósito y pagados los  300  dólares   a   la  persona

que aceptó comprometerse, han sobrevenido otras intenciones inconfesadas oportunamente, como abandonar de pronto el Ecuador y dejar a su pareja involucrada en un compromiso complejo como la sociedad conyugal  o la situación de aquellos que sólo miraron a nuestro país como punto de enlace momentáneo para migrar a otros lugares.

Además, el inevitable advenimiento de hijos de una relación fugaz que dejan a la deriva el futuro de esos niños o la dificultad de optar por un divorcio agravan el panorama. Y la realidad innegable de que muchos ciudadanos extranjeros han caído en hechos delictivos y se aliaron con gente ecuatoriana para cometerlos. La comercialización de la droga, el rapto de menores, el secuestro Express de gente adinerada, el robo,  los asaltos violentos, son pruebas irrefutables de una incomprensible apertura sin límites.

Ojala estas realidades contribuyan a detener a tiempo otras secuelas lamentables.

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