Por Eugenio Lloret Orellana

 

Eugenio Lloret

No contentos con ser dueños de las empresas periodísticas, pretenden considerarse dueños de la verdad, convertirse en árbitros sobre la sociedad y actúan como sI hubieran sido elegidos paran formar parte del Estado según el concepto de la separación de poderes.

 
   
   

La guerra mediática que se viene desarrollando en Ecuador desde el 2006 debe analizarse desde dos vertientes: el internacional y el nacional. Desde el exterior, la Sociedad Interamericana de Prensa  (SIP) creada en 1946 es una organización de Estados Unidos que reúne a más de 1.300 grandes dueños de periódicos de ese país y de América Latina que operan bajo la óptica de Washington, arrastrand o consigo a las oligarquías propietarias de medios de comunicación de América Latina, pretendiendo convertirse en una especie de fiscal para cuestionar a gobiernos de izquierda democráticamente elegidos y pregonando una pretendida imparcialidad con respecto al estado de las libertades de expresión y de prensa, aderezada con el mito de que en materia de comunicación no debe establecerse ninguna regulación, bajo la premisa de que la mejor ley es la que no existe.

En el ámbito nacional tenemos a la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos (AEDEP) lista para obedecer la estrategia mediática comunicacional impuesta desde afuera, convertidos en expertos practicantes de la auto- censura. No contentos con ser dueños de las empresas periodísticas, pretenden considerarse dueños de la verdad, convertirse en árbitros sobre la sociedad y actúan como sí hubieran sido elegidos paran formar parte del Estado según el concepto de la separación de poderes.
Ellos tienen la prerrogativa de establecer cuáles hechos deben ocultarse al conocimiento de los lectores, qué artículos de opinión publicarse, tapando por debajo una compleja estructura de poder mediático totalitario que controlo todo lo que el ciudadano debe conocer – e ignorar – a fin de manipular su voluntad y borrar su capacidad de pensar. La AEDEP, en manos de poderosos vínculos 
 
 
 
 
 
familiares que se auto-denominan “librese independientes“, aseguran que solo hablan la verdad con objetividad e imparcialidad, dicen ser portales de la democracia, espadas de la libre expresión del pensamiento y otras invenciones y, a renglón seguido, se muestran fascinados por el poder, convertidos en actores políticos y opositores radicales al actual Gobierno.
Mientras tanto, los periodistas, “los perros guardianes de la democracia “ sumidos en su propia crisis, explotados laboralmente, huérfanos de un gremio que los represente, son apenas meros espectadores de la confrontación entre el Gobierno y los propietarios de los medios, sin poder obviar la dependencia laboral con su medio de comunicación.
Frases tan repetidas como el  “pluralismo informativo“ y  “la libertad de expresión“ han terminado por convertirse en palabras huecas, en mentiras universalmente aceptadas cuando, en el caso de nuestro país, se dice en la SIP que no existe “una plena libertad de expresión y de información“ y señala al Gobierno del Presidente Rafael Correa, como el gestor de esas  “violaciones“.
Esa afirmación avalada por la AEDEP, es decir, 17 medios impresos, cae por su propio peso, cuando en el Ecuador existen casi un millar de medios, entre privados, públicos, alternativos y comunitarios, los cuales no fueron consultados, como tampoco las facultades de periodismo y otros sectores académicos, mismos que no tardaron en expresar su protesta ante la SIP.
Una Sociedad Interamericana de Prensa que sólo busca que le pauten por dinero, que avasalla a sus periodistas y que no evalúa la violación del derecho a la información está condenada al fracaso, y le puede suceder igual que a la OEA convertido en un organismo insulso e impermeable a la ironía de no ser útil por estar faltando a su misión.
 
 
 

 

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