El Astronauta dejó impregnadas las huellas de sus pasos en el suelo lunar, así como la bandera de los Estados Unidos

El astronauta que caminó en la Luna y dejó marcadas en ella las huellas de sus pisadas, es un héroe de la humanidad cuya memoria se agranda con motivo de su muerte a los 82 años de edad, por una crisis cardiaca 

 

El astronauta Neil Armstrong, que el 21 de julio de 1969 caminó en la Luna, bajó a tierra para siempre el 25 de agosto pasado, veinte días después de cumplir 82 años de edad.
 
Su desaparición recordó la hazaña de hace 42 años, cuando la humanidad miró con asombro por la televisión los primeros pasos de un ser humano en un mundo distinto del universo: “un pequeño paso para un hombre, un salto gigantesco para la humanidad” dijo al pisar el suelo lunar. Las huellas de su calzado espacial seguramente seguirán intactas sobre las rocas por primera vez holladas por un habitante terrícola.
 
Ni  la Luna ni la Tierra son los mismos desde entonces. El  satélite perdió algo de la magia encantadora de un cuerpo celeste al que se asociaron siempre sentimientos, inspiración y aun valores espirituales y religiosos. Para el habitante de la Tierra, la hazaña marcó una encrucijada en el campo de las ciencias y abrió las posibilidades para que en el futuro el hombre pueda acortar las distancias del infinito. 
 
La aventura de Cristóbal Colón, que en 1492 descubrió América, es el antecedente histórico más notable del acontecimiento de aquel 1969. Los dos son personajes gemelos, con las diferencias y distancias de sus tiempos y sus espacios.
 
¿Quién fue Armstrong? Nació el 25 de agosto de 1930 en Wapakoneta, Ohío, Estados Unidos. Desde la infancia demostró fascinación por los vuelos y el espacio, lo que le llevaría luego a cursar estudios de ingeniería aeronáutica, hasta incorporarse en cumplimiento de las obligaciones militares en el ejército. En 1950 participó en la Guerra de Corea, donde cumplió 78 misiones desde el portaviones USS Esex. 
 
Luego se desempeñó como ingeniero, piloto, astronauta y administrador del Comité Consultivo Nacional (NACA), antecedente de la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio (NASA): voló al mando de más de 200 modelos de aviones, de cohetes a reacción, helicópteros y planeadores.
 
En 1962 fue aceptado en una plaza de Astronauta, luego de cursar estudios de ingeniería espacial en la Universidad del Sur, de California. Tras cuatro años de entrenamiento fue incorporado al programa Apolo, cuya meta, apoyada por el Presidente John F. Kennedy, fue llevar al hombre a la Luna antes de que terminara la década de los años 60 del siglo XX.
 
Aldrin, Armstrong y Collins en 2009, ya ochentones
El 16 de marzo de 1966 comandó la primera misión espacial del Gemini 8, con David Scott, para acoplarse a una plataforma espacial en órbita con éxito. Permaneció en constante y riguroso entrenamiento y el 6 de mayo de 1968 sufrió un accidente, cuando en una de las pruebas espaciales tuvo que eyectarse un minuto antes de que el aparato en el que viajaba se despedazara estrellándose contra la tierra.
 
El 16 de julio de 1969 emprendería la hazaña por la que le recordaría siempre la humanidad: el viaje a la Luna, acompañado por los astronautas Michael Collins y Edwin Aldrin. “¡Vámonos!” fue lo que pronunció al momento de arrancar el vuelo y la palabra adquirió desde entonces una connotación especial en la vida de los jóvenes estadounidenses que hasta brindaban en momentos singulares pronunciándola en vez de la tradicional ¡Salud…!
 
El 21 de julio, tras recorrer 384.400 kilómetros por el espacio sideral, los astronautas entraron en la órbita lunar y descendieron al satélite en un módulo espacial que se posó en la superficie a las 2:56:20.
 
El primero en pisar la luna fue Armstrong, al que seguiría luego Collins, para permanecer en la superficie durante dos horas y media recogiendo muestras del suelo y fotografiando los alrededores del sitio en el que posaron. El otro astronauta permaneció en el módulo, siempre listo para emprender el retorno a la tierra con los compañeros de comitiva.
 
   El 24 de julio  Armstrong y sus astronautas amarizaron en el Océano Pacífico, tras el retorno feliz del espacio que los llevó a la Luna. Las autoridades y el pueblo estadounidense les rindieron homenajes de héroes, empezando por un desfile multitudinario por las calles de Nueva York. Varios países del mundo se sumaron al homenaje, tributando honores y discerniendo condecoraciones para los héroes del espacio y de la humanidad.
   En la década de los años 70 Armstrong se desempeñó como Profesor de Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Cincinnati y en los años 80, hasta 1992, estuvo vinculado a empresas relacionadas con la recnología de la aviación, para vivir los últimos años en Lebanon, Ohío.
 
   El 7 de agosto de 2012 ingresó a un hospital de la ciudad de Columbus, en Ohío, para una cirugía cardiovascular destinada a desbloquearle arterias coronarias, pero no alcanzó a recuperarse del tratamiento y murió el 25 de agosto.
 
   El Presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, resumió en una frase el homenaje y el dolor por la pérdida del personaje privilegiado que desafió el espacio y caminó sobre la Luna, señalando que está “entre los más grandes héroes americanos, no solo de su tiempo, sino de todos los tiempos”.
 

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