Por Yolanda Reinoso

 

La mayor parte de construcciones datan del primer siglo D.C., aunque ciertos aspectos indican un posible inicio unos cuantos años antes de Cristo. Las cámaras que deben haber servido de habitación, tienen las huellas del fuego de las hogueras que habrían abrigado a los nabateos en las frías noches del invierno desértico y que, hasta hace poco, prendían los vendedores de artesanías

 

 

Nos hallábamos deslumbrados por la belleza de Petra, cautivados por el ambiente misterioso que impera en el recorrido por el desfiladero, puesto que las curvaturas naturales del camino no dejan ver lo que viene a continuación, ni se sabe qué se hallará al subir las escaleras hacia los edificios más representativos de esta antiquísima ciudad que, con justicia se ha dicho, es una maravilla del mundo. No por eso hay que subestimar la zona de “Siq al-Barid”, situada a unos siete kilómetros del pueblo, y a la que muchos se refieren como “la pequeña Petra”.


El apelativo tiene que ver en realidad con la extensión que ocupa, pues si para recorrer la gran ciudad nabatea se necesita de un día entero y hasta más si se anda a paso lento, su pequeña hermana puede conocerse en media hora si el tiempo apremia. El área no se encuentra tan poblada de turistas, pero a menor fama no podemos hablar de menor belleza. Esta ciudad esculpida en piedra, sigue exactamente los mismos patrones de la grande: columnas y dinteles que recuerdan a edificios greco-romanos, entradas bien definidas, gradas invitantes, un desfiladero menor entre rocas de gran altura, dando la impresión de estar a punto de cerrarse.


La caminata por este sitio no ha sido empedrada como la que precede a “El Tesoro” en Petra, aspecto que si bien incomoda un poco al andar, en cambio da una mejor idea de la época en que las ruinas mayores todavía permanecían ajenas a la explotación turística.

 

Los arqueólogos han concluido que la mayor parte de construcciones datan del primer siglo D.C., aunque reconocen aspectos que indican un posible inicio unos cuantos años antes de Cristo. Las cámaras que deben haber servido de habitación, tienen las huellas del fuego de las hogueras que habrían abrigado a los nabateos en las frías noches del invierno desértico y que, hasta hace poco, prendían los vendedores de artesanías. De hecho, el nombre árabe mencionado en el primer párrafo, significa “la entrada fría”, pues la luz del sol no puede colarse durante suficientes horas en el día a fin de abrigar. La existencia de lo que se cree es un mausoleo, más una cámara donde se habrían llevado a cabo rituales de orden religioso, son muestras de que dicho pueblo tenía costumbres arraigadas que marcaban su identidad como grupo, descritos en las guías de Petra como aspectos sobresalientes de los antiguos habitantes.


Hay una pieza principal que se cree sirvió como sede de banquetes a pudientes comerciantes. Accesible por medio de gradas empinadas, alberga una pintura que se ha conservado en el tumbado, y que fue restaurada por expertos ingleses; personalmente me pareció una de las muestras más finamente representadas de arte pictórico que he visto: ramas y hojas de viñedo, pájaros, una figura alada tocando una flauta, delineados por alguien con una mano no sólo hábil sino delicada en el trazo. El trabajo de restauración dio pistas a los estudiosos de la cultura nabatea, de que no solamente tenían influencia en su arquitectura los modelos helénicos, sino que la absorción del arte se produjo también en el oficio de representar la vida con imágenes; durante las excavaciones se encontró evidencia de que hubo cultivos de uva y producción de vino en los alrededores.


Los comerciantes de recuerdos turísticos no faltan en “Siq al-Barid”, muchos de ellos ubicados con sus puestos de ventas en lo alto de una roca, ofrecen su mercancía sin insistir mucho, conscientes de que con una afluencia de casi medio millón de visitantes por año, no faltará a diario quien sustente su negocio.


Subiendo por una cuesta natural muy estrecha, se puede apreciar desde lo alto la pequeña Petra, cayendo en la cuenta de que en realidad es como una representación de la gran ciudad reconocida en su valor patrimonial por la UNESCO en 1985, y si bien esta parte del complejo se encuentra geográficamente separada de la principal, su importancia histórica tiene igual preponderancia y su belleza está a la par.

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