Por Yolanda Reinoso*

Aparte de galerías de arte, pelleterías con productos de artesanos locales, panaderías de donde salen aromas influidos por la afamada pastelería alemana, cuenta además con muchas iglesias
 
 

 

 

Como en Hollywood, una de las colinas que rodea a la urbe anuncia el nombre de Brasov, ciudad rumana que, lejos de la industria cinematográfica, despliega su importancia en hechos históricos, y el encanto urbano en sus antiguas edificaciones.
Brasov tiene aproximadamente la mitad de la población de Cuenca, mención hecha porque al recorrerla, me sentí extrañamente invadida por la sensación de estar transitando por espacios de nuestro centro. Brasov cuenta con un centro histórico precioso de calles adoquinadas, primera similitud en que reparé. Además, se asemeja en los tejados de muchas de sus casas más antiguas, y en la disposición interna con patios interiores rodeados de habitaciones de tumbados altos. Las fachadas de algunos edificios del siglo XIII tienen balcones muy parecidos a los nuestros, y los ventanales con marcos de madera son igual muy comunes.
La percepción de la semejanza con Cuenca sólo la puede comprender una persona que haya nacido y crecido aquí, pues por momentos, esa apreciación radica en el ambiente inmaterial que domina.
El corazón del centro histórico de Brasov lo constituye una amplia plaza llamada “Sfatului”, donde abundan las palomas que se acercan a los transeúntes esperando recibir alimento. Entre las atracciones, está la que es la calle más estrecha de Europa Oriental (strada Sforii), con una longitud de 80 metros, y un ancho que varía entre los 111 y 135 cms., construida en el siglo XV con el fin de que los bomberos la utilizaran para movilizarse estratégicamente de un extremo a otro del barrio.
Aparte de ofrecer interesantes galerías de arte, pelleterías con productos fabricados por artesanos locales, invitantes panaderías de donde salen aromas influidos por la afamada pastelería alemana, Brasov cuenta además con muchas iglesias que, cada día, reciben a cientos de creyentes católicos, pues la religiosidad de la urbe es un rasgo muy acentuado. Entre las mujeres jóvenes que entran a prender velas y rezar en los altares, no es raro ver que muchas optan por cubrirse la cabeza con un velo quizá hecho a mano por una madre, una abuela o ellas mismas. Algo que llamó mi atención es que las únicas velas que están disponibles para los feligreses, son de 
     
sebo, algo que me remonta a mi niñez y me hace caer en la cuenta de que hace ya mucho que no he visto esas velas en las iglesias de Cuenca.
Los retablos en Brasov se caracterizan por un colorido intenso: los azules, los rojos, los dorados, son siempre brillantes y dan a los oscuros interiores de las capillas, la sensación de alegría y renovación. Los colores apagados no son parte de los altares ni tampoco de las alfombras.
Una edificación que se diferencia en este aspecto es la Basílica Negra, llamada así por haberse conservado el color negruzco que se imprimió es sus paredes a consecuencia del humo durante un incendio ocurrido en el siglo XVII.
Inicialmente, el edificio de estilo gótico tardío se llamó Iglesia de Santa María y terminó de construirse en el siglo XV. El fuego que casi consumió su estructura, ocurrió durante una invasión de fuerzas alemanas en una de las innumerables luchas que se llevaron a cabo como parte de las discordias sobre la pertenencia del territorio. Su recorrido amerita otro artículo, pero su mención es absolutamente necesaria, pues su permanencia se considera un símbolo recordatorio de los estragos que atravesó el país en su lucha por contrarrestar al ejército otomano pero, más concretamente, es un testimonio viviente del enfrentamiento que Brasov vio entre las tres poblaciones dominantes que la caracterizaron desde los primeros asentamientos: alemanes, rumanos y judíos. Finalmente, se impuso la necesidad de tolerancia, y una sinagoga activa es la muestra tangible del acuerdo
Las huellas de la lucha por proteger a Brasov de la invasión turca, quedan aún en pie ya que los restos de la muralla erigida entre 1.400 y 1.650 se hallan en pie, aunque a fines del siglo XIX, la municipalidad autorizó su modificación a fin de permitir que la ciudad se extendiera.
 
Por supuesto, hay diferencias fundamentales entre Brasov y Cuenca, pero es en definitiva una de las veces en que la sensación de ya haber visto un sitio me ha remontado a los orígenes natales. En el fondo, es la prueba de que como raza humana, tendemos a idear con mucha similitud y por encima de las distancias.

 

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