Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora Desde  2008 América Latina ha perdido 300.000 millones de dólares de exportaciones, capitalizaciones y remesas, que arrastraron a 3.4 millones de personas al desempleo
 
El crecimiento indiscriminado de la población ecuatoriana en estos últimos años está planteando una verdad que no se puede esconder: las demandas se multiplican por las carencias sociales y el Estado se ve impotente para atenderlas con eficiencia.
 
El jueves 17 de septiembre el Editorial del diario El Comercio de Quito se titulaba “Por un Puesto de Trabajo” y hacía alusión a las grandes filas de jóvenes ecuatorianos que vivieron cinco días de espera, noches de vigilia y hambre ante las puertas de los cuarteles del país por conseguir un Prospecto que les facilite una plaza de empleo en la Policía Nacional. 
 
   El episodio reflejaba una realidad no atendida, pues el 8.36% de los ecuatorianos está en el desempleo, el 51,4% en el subempleo, (alrededor de dos millones y medio no tienen un puesto formal) y en el IEES sólo 1’800.000 están afiliados, o sea que la mayoría carece de la protección indispensable.
 
Si agregamos el fenómeno de la recesión económica que ha tenido un alto costo para América Latina, encontramos predicciones negativas: desde septiembre del 2008 América Latina ha perdido 300.000 millones de dólares de exportaciones, capitalizaciones y remesas, que arrastraron a 3.4 millones de personas a las filas del desempleo.
 
La crisis financiera global tuvo en América Latina una expresión esencialmente comercial y el Banco Interamericano de Desarrollo prevé que 8 millones de personas caerán en la pobreza elevando la cifra de pobres a 190 millones de habitantes.
 
Mientras tanto, carecemos de políticas estatales que prevean una disminución del aumento poblacional, que llega al 3% anual. La maternidad precoz de las niñas y las adolescentes es una realidad que agobia. 
 
Datos de Naciones Unidas informan que “200 millones de mujeres querrían aplazar o prevenir el embarazo y no saben cómo hacerlo”. Madres casi niñas, de las que se ha abusado y se les ha abandonado, carecen de oportunidades para trabajar.Un alto índice de abortos pone en riesgo vidas preciosas. 
 
Una búsqueda de trabajo incesante, que se presta para el abuso de gentes sin conciencia que siguen ejerciendo la tercerización, es el drama cotidiano de las jóvenes madres. Un analfetismo que no ha desaparecido,  (hacer la firma no es haber salido de él), porque el alfabetizado debe saber  comprender lo que lee.  Todas son cifras que nos llevan a sostener que las necesidades sociales no van a la par con la explosión demográfica. 
 
 
 

 

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