La ciudad tiene recursos únicos en el mundo con el Barranco, los cuatro ríos, el paisaje, la arquitectura tradicional, que deben precautelarse por ser signos de identidad que han sufrido afecciones a veces irremediables

Los 15 años desde que Cuenca obtuviera el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad no deben se motivo sólo de festejo, sino fundamentalmente de reflexión sobre lo que se ha hecho y se ha dejado de hacer para el uso apropiado de lo que significa ese honor y para asegurar la preservación de los bienes que lo sustentaron.
Honorato Carvallo Cordero, arquitecto, que fue profesor de Proyectos de la Facultad cuencana en la que se graduó en 1968 y ha dedicado su vida al diseño arquitectónico y a precautelar el buen uso de los espacios, propone un recorrido del Alcalde, los Concejales y ciudadanos para ver desde puntos apropiados lo bueno, lo malo, lo feo, reflexionando, analizando, desmenuzando, “para producir legislación y materiales que reflejen una visión integral de este maravilloso documento natural y cultural llamado Cuenca de los Andes”.
 
Un enorme edificio interpuesto entre el Mirador de Cristo Rey y la ciudad es un burdo e impune atentado contra el paisaje urbano.
 
Honorato Carvallo, arquitecto crítico de la inacción e imprevisión con que son tratados temas fundamentales de patrimonio, ornato y urbanismo.
El profesional, autor de varias construcciones que recibieron premio municipal de ornato, expuso a este medio de comunicación varios reparos que deberían tomarse en cuenta para que los 15 años de declaratoria patrimonial sean oportunidad de enmendar errores que atentan contra las razón misma por la que se confirió la distinción a la ciudad: el diálogo entre el paisaje natural y el paisaje cultural, con elementos irrepetibles en ninguna otra parte del mundo, como la presencia del barranco, los cuatro ríos y las características topográficas excepcionales del entorno.
La declaratoria se la asumió con entusiasmo y deseo de trabajar, pero no se empezó por analizar lo que debía hacerse. Es un grave equívoco la indiscriminada instalación de parqueos para vehículos en pleno centro histórico, destruyendo más de una decena de casas patrimoniales con patio, traspatio y huerto. Además, estos parqueos son una invitación a ingresar al centro histórico, un contrasentido, cuando se habla de asumir medidas contra la excesiva carga vehicular en la ciudad. El teatro Cuenca, una edificación cultural con grandes méritos arquitectónicos y acústicos, fue sustituido por una edificación de varios pisos de parqueamiento.
El centro histórico es la zona urbana donde más se han creado bares y discotecas, expulsando personas, familias y actividades protagonistas de la vida de la ciudad, como la vivienda, pues la gente huye a sitios apropiados para gozar de paz y seguridad. Se rescata de alguna manera este cambio de uso del suelo, en el tema de la hotelería, que permite una vivienda transitoria de los turistas.
El desorden y la antihigiene en el mercado El Arenal, son un “cáncer” en el urbanismo
La colina de Turi forma parte del entorno urbano de Cuenca, pero se está poblando en forma anárquica y antiestética.
El “moderno” edificio del Banco Pichincha, entre el centro histórico y la zona de El Ejido, destruye la visibilidad y la armonía del entorno.
Muchas casas patrimoniales, con patio, traspatio y huerto, han cambiado de uso para convertirse en negocios de parqueo.
La destrucción del paisaje natural altera la fisonomía del entorno de la ciudad, como el caso de Turi, donde se permiten construcciones y urbanizaciones que rompen la armonía visual desde la ciudad, además de la devastación de la vegetación: “se va convirtiendo en un macrofenómeno, al crear un nuevo tejido, una nueva textura arquitectónica y urbana que ya no generará el contraste que como bien se acentuaba en el informe para la declaratoria patrimonial”.
Carvallo sugiere que en Turi y otras zonas se debería asumir una legislación para declararlas de utilidad pública para proteger el paisaje, de la misma manera como bien ha hecho la empresa ETAPA para proteger la vegetación nativa y las fuentes de agua que consume la ciudad: “el paisaje como diálogo entre cultura y naturaleza no puede ser descuidado en todas las direcciones. Así de duro es asumir la delicada tarea de preservar un patrimonio cultural de la humanidad”, dice.
Otro gran equívoco luego de la declaratoria patrimonial es el caso de los mercados, que se los ha ampliado, a pesar de ubicarse en el centro histórico, provocando mayor movimiento precisamente en zonas críticas de circulación vehicular. En el mercado 10 de Agosto, de 400 puestos de venta, se los subió a 700, con las consecuencias predecibles. ¿Cómo se entiende la incoherencia de intentar disminuir el tráfico cerca a esos sitios, si a la vez se incrementa la necesidad de movilización hacia ellos?  La solución debería ser construir otros mercados, periféricos, para que los usuarios no vayan al centro de la ciudad.
El caso del Mercado de El Arenal es clamoroso: es mercado de mayoristas, de minoristas, feria libre, centro comercial, con una saturación total por el cruce de funciones, además de fuente de problemas sanitarios y delincuenciales. La solución podría ser la construcción de un Mercado Regional en sitio debidamente escogido, por ejemplo, en las proximidades de El Descanso, donde podría ser utilizado por las ciudades de Cuenca y Azogues. Carvallo compara el caso de El Arenal con un organismo vivo con tejidos que le degradan y matan a otros por invasión, lo que en el campo de la salud se llama cáncer.
La preservación de El Barranco es otra preocupación de Carvallo: fue el origen de la declaratoria de patrimonio mundial, pero empieza a darse saturación por obras públicas y ocupación, que podrían afectarlo en breve. En determinadas oportunidades se ocupan los espacios para montar ferias y puestos de diverso tipo, al punto que se convierten en muros que impiden apreciar la presencia del río Tomebamba, escenario natural por excelencia.  En comparación con el espacio total de la ciudad, El Barranco “es apenas una línea de poco más de dos kilómetros en la que estamos queriendo que sucedan todos los eventos festivos, comerciales, de recreación…”    Él sugiere usar el paisaje de los otros ríos, descongestionando la ocupación de los espacios próximos al Tomebamba en la zona del barranco. Además, se pueden aprovechar otros barrancos junto al río Yanuncay o la quebrada de Milchichig, que se la considera un quinto río de Cuenca.
También es imperdonable que varias edificaciones que recibieron el premio ornato de la Municipalidad, hayan sido demolidos para nuevos usos, cuando debieron pasar a formar parte del patrimonio de la ciudad. “Para qué, entonces –dice Carvallo- se los adjudicó el premio, que es un honor para quien lo recibe y para los profesionales que los diseñaron?”.
El edificio del Banco del Pichincha, en las avenidas Solano y 12 de Abril, es un verdadero atentado a la identidad patrimonial de Cuenca, al igual que un edificio de varias plantas que destruye la visibilidad de la ciudad desde el Parador de Cristo Rey. Son hechos consumados, pero susceptibles de intervención para disminuir de alguna manera su horrendo impacto contra la urbe patrimonial.
El experto profesional deplora que Cuenca haya perdido algunos bienes patrimoniales irrecuperables, como el edificio del colegio de los Sagrados Corazones, la muralla del convento de El Carmen de la Asunción o el templo de El Carmen en las proximidades del actual mercado 10 de agosto, ejemplos que deben citarse para que no se repitan acciones depredadoras de la identidad cuencana.
En materia de tránsito, hay zonas de verdadero colapso, como la calle La Condamine. Esto obliga a asumir acciones emergentes para evitar consecuencias irremediables a corto tiempo: no debe descartarse la construcción de túneles para la circulación desde la zona baja de la ciudad, hacia el norte, por debajo del centro histórico. La operación del tranvía algo aliviará los conflictos de movilidad y sin lugar a dudas será preferible que el actual sistema desordenado de buses que, además, contaminan el ambiente.
La preservación de elementos identificadores de la personalidad de Cuenca y de su sociedad, deben protegerse y mantenerse, porque es la única forma de ser universal, sin ceder a corrientes de moda y facilismo que propician el anonimato, opina Honorato Carvallo, quien termina lamentando que también se atenta contra el patrimonio urbano, cuando no se protege la vegetación de las riveras de los ríos y se ve desaparecer árboles de eucalipto o nogal que estaban vivos desde hace alrededor de un siglo.

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