Paute está semidestruído, con decenas de casas derribadas sobre las calles, mientras centenares han sido arrasadas de la ribera por la creciente del río.

 

En aproximadamente tres horas que duró el paso del mayor torrente desbordado del embalse de La Josefina, este pueblo sufrió la mayor hecatombe de su historia, en presencia de los propios damnificados que contemplaron impotentes el furioso oleaje destructor desde los refugios en lo alto de las lomas.

 

Pero ellos, a pesar de todo, tienen alto el espíritu y ayer mismo empezaron la reconstrucción, alentados por sus autoridades y con la esperanza de obtener apoyo del sector oficial.

 

El agua invadió el sábado hasta la parte baja del parque central de la ciudad y causó la caída de las casas de adobe y bahareque y cuarteamientos y averías en muchas más, sobre las que se hará una evaluación inmediata para comprobar si ofrecen posibilidades de refacción o deben ser demolidas.

 

Al levantarse la alerta roja ayer, los pobladores que permanecieron en los campamentos de refugiados bajaron a sus casas y hubo reacciones de alegría de quienes las encontraron intactas, pero de tristeza y desesperación de quienes las habían perdido. “¡Qué barbaridad, Dios Mío!”, gritaba una mujer inundada en lágrimas mientras caminaba sobre las ruinas de su vivienda.

 

Eran escenas conmovedoras de padres y madres de familia incapaces de contener el llanto, rebuscando entre los escombros las pertenencias que podían rescatarlas: camas, mobiliario y enseres de uso doméstico. Pero al fin no tenían sino que volver a las carpas de refugio hasta encontrar alojamiento definitivo.

 

“A pesar de todo estamos satisfechos”, dijo Guillermo Cobo, coronel del Ejército a cuyo cargo estuvo la protección de la población civil, pues no se ha producido la pérdida de ningún ser humano durante el crítico período del desagüe.

 

Según el Presidente del Concejo del lugar, César Aray, más o menos cuanto ha pasado estuvo previsto, por lo que los habitantes han reaccionado frente a la tragedia con un espíritu positivo, pues todo ello era inevitable.

 

Las extensas plantaciones de caña de azúcar han desaparecido de las riberas del río Paute, donde hay grandes acumulaciones de piedras arrastradas por la corriente, casas semidestruídas y bosques arrancados del suelo de raíces.

 

Equipo mecanizado y personal de la Municipalidad limpia la carretera de acceso al cantón, cubierta por una capa de por lo menos medio metro de limo. La vía está útil hasta el sitio Lumagpamba, a 15 kilómetros de Paute, donde termina bruscamente en un barranco a partir del cual ha desaparecido hasta La Josefina.

 

La ciudad está desprovista de energía eléctrica, pues los postes e instalaciones fueron arrastrados por la corriente; tampoco tiene servicio telefónico, pero la planta que se la retiró por precaución del sitio de peligro volverá a instalarse en los próximos días.

 

 

 

Mayo 3 de 1993

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