El comienzo de un nuevo año es un referente inaugural de esperanzas. Por sobre todas las vicisitudes que han marcado con tonos grises el escenario político ecuatoriano del año que acaba de transcurrir, bien merece destacarse el inicio de 2016 como una oportunidad para encontrar puntos de acuerdo en lugar de controversias en el ambiente familiar, en lo social, en lo político.

Si bien a nadie se le puede ocurrir pecar de ingenuidades, hemos de tener el corazón y la mente proclives para avizorar con ánimo positivo el escenario que la vida y la historia nos ponen por delante. Seamos generosos, sin caer en ingenuidades, seamos patriotas, sin la obligación de incurrir en sacrificios más allá de lo que seamos capaces de soportarlos. Cuando el Ecuador está a punto de ingresar en una etapa crucial de sus controversias electorales, es oportuno y necesario invocar la sensatez y el patriotismo para mantener en el ámbito de lo civilizado los desacuerdos de la rutina política.

El  gobierno de la llamada Revolución Ciudadana, que precisamente está conmemorando nueve años de gestión, una etapa histórica por su inusual permanencia, tiene por delante la que podría ser la demostración más importante de su gestión, al entregar al futuro de la Patria las condiciones de patriotismo y de planificación que hagan posible disfrutar sin traumas el futuro inmediato de la vida nacional.

Esperemos, pues, que la nueva etapa de la historia nacional que se inicia en estos días, nos conduzca sin traumas ni pesadumbres hacia el buen vivir con el que soñamos todos los ecuatorianos.
 

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