Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora
Estos descubrimientos han beneficiado a quienes estamos detrás de los otros y que tenemos tantas inquietudes por realizar, al margen de lo cotidiano y repetitivo que son parte de la coexistencia
 
 
Habíamos escuchado siempre que la hipertensión es una enfermedad común y peligrosa, sobre todo para quienes vivimos en alturas que superan los 2.000 metros, pues, con el paso del tiempo la presión arterial aumenta, y al hacerlo, puede llevarnos al ataque cerebral…. Que la precaución médica recomienda tomar siempre en cuenta los signos que presenta cualquier persona que son inconfundibles: cansancio, dolores de cabeza, taquicardias, mareos, pérdida de la estabilidad.

En nuestro caso hemos tenido como factor de garantía esa salud admirable de nuestros padres: jamás fueron hipertensos y viajaban a todas partes sin prevención médica alguna. Pensábamos que ese legado también nos favorecería como la educación esmerada, la alimentación sana y la tranquilidad hogareña. Sin embargo, nos sucedió algo inesperado: nos sorprendió un repentino derrame nasal de grandes proporciones que nos llevó de emergencia a una clínica. Los médicos fueron oportunos en el tratamiento aconsejado y nos advirtieron que teníamos la presión alta, circunstancia que no la habíamos advertido antes, por lo que nos vimos al filo del abismo...

Este suceso ha marcado el inicio de una nueva fase en nuestra vida: la de la pastilla cotidiana indispensable que debemos tomar para mantener la presión invariable. El avance de la ciencia ha logrado medicinas efectivas y geniales para superar las etapas existenciales, para lo que la atención oportuna es lo único que puede remediarlas. Estos descubrimientos han beneficiado a quienes estamos detrás de los otros y que tenemos tantas inquietudes por realizar, al margen de lo cotidiano y repetitivo que son parte de la coexistencia. Pero también analizamos cómo las generaciones pasadas se defendieron mejor que nosotros de todos los males gracias a las costumbres, dieta y ejercicios innatos en su naturaleza y su subsistencia. Aunque intentemos conseguir una buena vida no podemos evitar los riesgos y el dolor. “El hombre lleva siempre la muerte dentro de sí, pero algunas veces la vida late en él con tal fuerza que surge en forma de llanto en medio del sueño.” dice el escritor norteamericano William Saroyan.
 
   Así, la aspirina o cualquier otra medicina emergente resulta una evasión. Pero también lo es la existencia y el modo de vivirla. Tomamos la aspirina, o lo que nos prescriban, para seguir adelante, para borrar el dolor, nos ayuda a dormir, a permanecer largas jornadas de pie en las estaciones de aviones o buses. Es un sustituto del sol y de la fuerza natural que ahoga los recuerdos y silencia el llanto. Calma el padecimiento por todas partes, mas no puede extinguirlo, pero lo calma. Ayuda a sobreponerse al mal tiempo y a seguir viviendo, entretanto.

Hoy, además, todo ha cambiado: si empezamos por la alimentación, gran parte de ella la facilitan los productos manufacturados… claro que los alimentos naturales aún subsisten en nuestro país, pese a su manipulación para adaptarlos a envases que perduren en el tiempo con el uso de áreas refrigeradas. Pero han perdido calidad, lo insustituible que es lo reciente y fresco, aunque son aceptables en la nutrición cotidiana. Además tenemos otras costumbres: comer no sólo en el hogar sino también en restaurantes: poder solventar la comida, hallarse sentado cómodamente a la mesa y que otros lo sirvan después de medianoche, es estar despierto a esa hora para comer. Aunque algunas personas deban aceptar que hay algo en el hecho de comer: que es triste y a la vez hilarante: no hay otra cosa que hacer...Ir y venir...

   Cada época responde a sus propias necesidades y exigencias. La nuestra es la de la superpoblación exagerada que nadie ha tomado en serio. Hay demandas impostergables que exigen frontalidad y solución: exigencias urbanas complejas. Se suman los agravios, contrasentidos y sorprendentes manifestaciones negativas de los demás, que no nos garantizan un estado emocional imperturbable.

Y esas pastillitas que solucionan los problemas y se han constituido en el bastón, el soporte genial, la garantía hecha ciencia, favorecedoras de nuestro periplo sobre la tierra, aun cuando sigan produciéndose en el mundo sucesos negativos y arremeta contra nosotros la complicada convivencia humana, como la vida en la tierra.

 

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