Angel Pacífico Guerra
 
¡Qué maneritas de tratar mal a la gente…!
Ya le ayudo, señor… Frasecita abominable, que le repiten al ciudadano que va por una gestión a una oficina, mientras la secretaria o el funcionario hacen todo, menos atenderlo. Y también la repiten al teléfono, con falso tonito de cortesía, como si el ciudadano estuviera limosneando un socorro. ¿En qué le ayudo? dicen, cual si el interlocutor fuese alguien a quien le harán la caridad de escucharlo. “Yo no estoy pidiendo ayuda, ca…ramba, señorita, sino que me atienda!”, fue la réplica de un caballero incómodo y ofendido por tan burocrático maltrato. ¿De dónde salió esto de ofrecer una ayudita… al ciudadano que con derecho legítimo acude a un trámite burocrático?
 
Carambas, señorita…
Ah…las secretarias, expertas en interferir profesionalmente la relación directa con los jefes. Cómo fastidia el interrogatorio de parte de quién, voy a ver si está, creo que salió, deje el teléfono para devolverle la llamada o… está en una reunión y no puede atenderlo. ¡Qué bestia, solo en reuniones o sólo en el teléfono! ¿Me puede dar el número celular del señor…? ¡No, no estoy autorizada para darle el número!  Gracias, ca…ramba!
 
Pobre don fulano
En esto del trato parece generalizarse cierta manía de establecer distancias entre el que necesita un servicio y el que tiene la obligación de brindarlo. La importancia del oferente se acrecienta frente al necesitado, más si éste es un desconocido  para el o la burócrata a quien, como un gran favor, le abomban con el repique de Mi Don, sí mi don, bueno mi don, no mi don, gracias mi don, de nada mi don…
   Los modales de la globalización parecen dejar anacrónicos los principios de urbanidad, respeto, cortesía y buen trato en las oficinas, en las tiendas, en los restaurantes y hasta en las calles… Perdón, mi don!
 
¿No era hasta hace poco y desde siempre natural, espontáneo, comprensible y sensato referirse en masculino al género humano sin complicar la vida ni lesionar las cualidades femeninas con forzadas grafías para distinguir a los varones de las mujeres?. 
Los señores y l@s señor@s
Lo anterior se empareja con novísimas obligaciones de establecer la identidad de género ante el temor de incurrir en agravios lingüísticos y contravenciones jurídicas si no se hace las distinciones entre los y l@s. ¿No era hasta hace poco y desde siempre natural, espontáneo, comprensible y sensato referirse en masculino al género humano sin complicar la vida ni lesionar las cualidades femeninas con forzadas grafías para distinguir a los varones de las mujeres?. Días llegarán en los cuales, más pronto que tarde, se recupere la normalidad gramatical y semántica para  no andarnos en horribles vagabundeos con arrobos y arrob@s…
 
Fulanos y fulanas
Antes de ahora, con decir damas y caballeros era suficiente para no repetir a cada rato ciudadanos y ciudadanas, alumnos y alumnas, maestros y maestras, amigos y amigas, fulanos y fulanas. No faltará alguien que esté cavilando inventarse un sonido o un gesto –quizá no fuese obsceno-  que englobe la distinción de género con una equivalencia acústica similar al carácter visual de la grafía @.
 

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