Un Don Quijote siglo XXI, navegando en internet y en los recuerdos: el español Silvino González Fontaneda, que en septiembre cumplirá 80 años, tiene en la memoria aquellos 18 días de viaje por barco de Barcelona a Guayaquil, cuando vino al Ecuador como uno de los maestros fundadores de la Facultad de Filosofía y Letras de Cuenca.

Robusto, la cara redonda con nariz gruesa bajo la gorra con visera que deja escapar por detrás mechones blancos, los ojos pequeñitos al fondo de los lentes, dan al personaje la fisonomía jovial del conversador al que resulta difícil interrumpir su torrente de remembranzas.

Era diciembre de 1952. Gibraltar, las Islas Canarias, La Guaira y varios puertos del tormentoso mar Atlántico que amenazaba naufragios hasta llegar por Panamá al mar Pacífico, apacible y hermoso, y al fin la isla Puná y Guayaquil.

"En la islita sin malecón pisamos tierra ecuatoriana en los primeros días de enero. Fue de noche cuando dos españoles nos dieron la bienvenida en Guayaquil: en la ciudad calurosa me asombraron las casas de caña y los grillos que tupían de negro los soportales, pero al otro día todo era felicidad y alegría". El maestro jubilado hace 11 años parece encantarse en los recuerdos.

Nacido en Burgos en 1921, tenía una licenciatura en Filología Clásica por la Universidad de Madrid, y andaba por algún lugar de La Mancha, cuando en 1952 se enteró de que su compatriota Francisco Alvarez González organizaba la Facultad de Filosofía en una ciudad ecuatorial llamada Cuenca.

Entonces en España todo era crisis. La dictadura de Franco solo ofrecía pobreza, hambre y persecución. Pasaron varios meses desde que presentó su oferta de servicios al maestro Alvarez González hasta que, casi por sorpresa, llegó la demorada aceptación con el pasaje para embarcarse a dictar clases de Latín y Griego en la ciudad remota del Nuevo Mundo.

Silvino González vio crecer y desarrollarse el Ecuador en la segunda mitad del siglo XX. Cuando viajó por primera vez de Guayaquil a Cuenca lo hizo por avión, pues aún no estaba abierta la vía Durán-Tambo e ir por tramos de tren y carretera a Cuenca era largo y penoso, cuando ya estaba atrasado a las clases con el "horario criminal de las siete de la mañana".

La Facultad de Filosofía y Letras fue la gran novedad cultural en la ciudad plagada de poetas e intelectuales. "Era como un circo, con 120 alumnos curiosos que se fueron desbandando en huida del latín y griego y las demás asignaturas que debían aprobar obligatoriamente", recuerda el viejo maestro que trajo de Europa el rigor académico y la disciplina.

Gabriel Cevallos García, Francisco Estrella Carrión y Hugo Ordóñez Espinosa eran los profesores ecuatorianos de la reciente facultad, con el refuerzo de los españoles Luis Fradejas, Francisco Alvarez y Silvino González. Entre los personajes conocidos que asistieron como alumnos luego de haberse graduado en otras profesiones, estaban Dora Canelos, Alejandro Serrano Aguilar, Hernán Cordero Crespo.

"También había un doctor Espinosa, que lideró una rebelión después del primer examen de latín, para protestar por las bajas calificaciones, pues según la curva de Gaus -decía- esas calificaciones demostraban que el profesor era malo y no tenía método". El viejo maestro se ríe de buena gana con el recuerdo y añade: "solamente las mujeres tienen buenas curvas impresionantes".

Esa fue también una lección que aprendió, pues si la solución era calificar con notas altas, debía hacerlo y lo hizo. Pero años más tarde, cuando por cinco años fue profesor en una universidad de los Estados Unidos, los alumnos le protestaron porque era generoso al calificar el rendimiento. Y vuelve a reir con magistral sarcasmo.

También enseñó semiótica y etimología latina y griega, gramática histórica, literatura clásica, francés e italiano y otras asignaturas todas relacionadas con la lingüística.

Es miembro fundador del colegio Fray Vicente Solano, por iniciativa del Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía, "que lo integrábamos todos los profesores, porque éramos tan pocos". Siempre hay chispas de humor en el diálogo del maestro ochentón: "la propuesta de Gabriel Cevallos fue que el colegio sería un vivero para orientar a los futuros alumnos de Filosofía y Letras y quiso que se llamase Minerva, en homenaje a la diosa de la Sabiduría. Pero Paco Estrella se rió e impuso el nombre: ¡el colegio se llamará Vicente Solano y punto! Y así fue y es hasta hoy."

Los profesores se repartieron las asignaturas según sus aficiones y conocimientos. Silvino tomó la materia de Botánica. "Francisco Alvarez enseñaba gimnasia y patinaje en un patio prestado del Centro Agrícola Cantonal en una casa frente a la Policía, hasta cuando se construyó el galpón de Filosofía en los predios universitarios actuales".

El colegio se convirtió en un semillero de indisciplina al que nunca se acostumbró el maestro formado bajo rigores académicos. Pero tampoco perdió el humor y se encantaba con las ocurrencias de los alumnos, a quienes llevaba a la colina de Turi para mostrarles la naturaleza. "Alguna vez les mandé que me trajeran una planta criptógama y otra fanerógama y desaparecieron largo rato hasta que vinieron arrastrando dos árboles €¦". Doce años soportó el magisterio secundario, por la necesidad de redondearse el corto sueldo universitario.

En 1990 se jubiló, pero no ha dejado el oficio de toda la vida: leer cuanto tiene por delante, sin método u organización, "desordenada y libremente, temas de literatura, arte, historia, química, física o sobre los agujeros negros y el genoma humano €¦ aunque yo sé que -como dice un amigo español- los únicos agujeros negros que existen los tienen las mujeres €¦"

También su conversación salta de un tema a otro, con la exuberancia de conocimientos, experiencias y recuerdos. A poco que había llegado a Cuenca visitó la ciudad el Presidente Velasco Ibarra y le pareció increíble la protesta estudiantil lanzando gritos y piedras contra el hotel Crespo, donde estaba hospedado, sin que pasase nada: "En España por cosas menos graves mandaba a disparar y matar Francisco Franco", dice.

Sus primeros años en Cuenca están impregnados de experiencias vitales, de amigos y de bohemia. "Beber es relacionarse": no olvida la cantina La Escuelita en las calles Cordero y Sangurima, bautizada así por Francisco Estrella, a donde iba con los alumnos para darles clases en un ambiente más ameno que las aulas. "Alguna vez Luis Fradejas me llamó al orden por mis confianzas con los alumnos y yo le pedí que se dejara de pendejadas", recuerda, como recuerda aquel amanecer morlaco cuando al extremo de la noche de copas le sorprendió una procesión del rosario de la aurora.

"En las libaciones había quienes empezaban por jactarse de sus ancestros españoles y entrados en tragos nos culpaban a los españoles por la conquista y por robarles el oro: yo me reía diciéndoles que cuando vine ya no había oro. ¿Qué culpa tenía?".

Graduarse de Doctor en Filología después de aprobar asignaturas como historia y geografía del Ecuador y de América y revalidar otras, fue parte de su aventura en tierra americana, por la que gustaba recorrer con avidez de andinista. No olvida el viaje sobre lomo de mula por la vía Sígsig-Chigüinda-Gualaquiza, "por el paraje helado de Matanga, donde mucha gente había muerto congelada por el frío".

Las vacaciones eran temporadas de viaje por los pueblos del Ecuador y los países suramericanos. Y generalmente los recorría solo, como quisiera hacerlo aún: "desgraciadamente, la vejez no ofrece seguridad como para asumir semejante riesgo".

Sus aventuras por América fueron derrotas en el campo del amor. En 1955 contrajo matrimonio con Marta Corral Moscoso, con quien procreó sus hijos Fernando y Catalina. La esposa, menor a él cinco años, murió con leucemia en 1960.

En 1962 celebró sus segundas nupcias, con   Lucía Jaramillo Crespo, con quien tendría sus hijos Pablo y James, pero aunque ella era 19 años menor que él, falleció en 1997 después de sufrir por muchos años de depresión incurable. "Son experiencias traumáticas €¦Los hijos son los pararrayos de los matrimonios en crisis", dice el abuelo de seis nietos al que hace poco más de un mes llegó un bisnieto.

El maestro lleva una vida apacible y serena en un barrio suburbano de Cuenca, con Pablo, el hijo aún soltero: "qué tremendo habría sido envejecer en los Estados Unidos, sin relaciones humanas, anónimo. Regresé al Ecuador cuando a mi esposa le agarró la depresión insuperable y otra vez estuve en la Facultad de Filosofía, en Cuenca, un refugio".

El quijotesco español que vino de 31 años se adaptó en su segunda patria y aunque ha ido varias veces a su país, siempre ha sido de visita o de paso en sus andanzas por Europa. Más es de Cuenca que de España, pues hasta vendió su departamento en Madrid y con el dinero compró tres casas cerca al río Tomebamba, una de las cuales habita y las otras le producen renta.

Si no lo hubiera hecho así, no podría vivir con los 54 dólares mensuales de jubilación del Seguro Social más los 60 de jubilación patronal, "que no siquiera son poco, ¡sino nada!", ríe el profesor que alejado de las aulas, sigue siendo un docente vital en la conversación con sus familiares, ex-alumnos y amigos.

 

EL FUTURO QUE NO EXISTE

El maestro vive en un barrio nuevo de Cuenca, cerca de Monay: desde su casa se mira y escucha el recorrido del río Tomebamba, por cuyas riberas sombreadas con eucaliptos gusta hacer caminatas.

"Los días son largos, el tiempo sobra. Yo leo todos los días, miro la televisión, escucho música clásica, entro al internet, cocino o voy dondequiera conduciendo mi vehículo, pero a los 80 años surgen pensamientos amargos, con asomos de muerte", dice sonriente como si no lo dijera en serio.

-                   ¿Le teme a la muerte?

-                   A la muerte, no: a la nada. La percepción de la nada provoca una angustia existencial. La nada es algo terrible, es nada. Prefiero mil infiernos antes que la nada. Estas ideas atacan cuando menos se piensa mientras se acortan los días y falta el tiempo para no hacer nada.

-                   ¿Le angustia la vejez?

-                   La vejez es una enfermedad crónica irreversible a la que se le ha dado el

consuelo lastimoso de tercera edad. En la vejez el padre de familia ha perdido protagonismo frente a los hijos y ya no es importante: duele enormemente cuando le dicen tú ya no te metas €¦ Como en aquellas tribus que le dejaban al padre cuando no podía seguirlos. Así es la vida, el bisabuelo ya no tiene protagonismo, apenas tetragonismo.

-                   Usted está repleto de conocimientos y conserva energías para continuar la docencia, pero €¦

-                   El trabajo tiene que ser creativo. Me han propuesto que diera clases en un

colegio y no lo he aceptado. O que trabajara con los chicos de la calle, pero no estoy de acuerdo con la terapia ocupacional ni me gusta pelear con estudiantes. Cuando mi segunda esposa enfermó de depresión y frecuentaba los consultorios siquiátricos, yo iba a clases como si fuera al teatro para abrir un telón y gozar de un espectáculo catárquico.

-                   En lo religioso, ¿es usted religioso?

-                   Soy blasfemo, pero católico. Católico por mi origen familiar, porque me

bautizaron, pero no lo practico, ni asisto a las ceremonias sino por circunstancias familiares o por presión social.

-                   ¿Y qué de la política?

-                   Soy hombre de izquierda. Nunca acepté la represión franquista en España,

aunque no me gradué de héroe en ninguna cárcel. Aborrezco la doble moral de las oligarquías: no olvido cuando apenas me radiqué en Cuenca de los usurpadores de lo ajeno repartiendo limosna los sábados en los sitios públicos y pidiendo el cambio a los mendigos. Yo pregono la justicia social y la teoría de la revolución social, sin extremismos.

-                   Después de enviudar dos veces y frente a la soledad, ¿qué tal un tercer matrimonio?

El maestro sonríe con la boca y con los ojos, silencia y replica:

-                   Aventuras las he tenido. Pero otro matrimonio sería una sociedad de

auxilios mutuos. Algo anacrónico. La edad adormece el sexo que es fuente importante de unión y se podría hacer un papel insultante para los dos. Quizá una ama de llaves, pero ella estaría al acecho de la plata €¦ Un nuevo matrimonio sería una aberración.

-                   ¿Qué le queda de familia en España?

-                   En España envejece la población. Mi hermana mayor es monja y por tanto no tiene hijos. Mi hermano menor es casado pero tampoco tiene hijos. España necesita migrantes jóvenes para la producción.

-                   Y del futuro, ¿qué piensa del futuro?

- Cuidar del jardín, beber del vaso chiquito que es mío. No tengo angustias económicas, pero sí miedo del futuro: ¡qué paradoja: miedo del futuro que no existe!.

 
 
Abril de 2001

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