Busto del compositor musical en una plazoleta de la zona de El Ejido.

A sesenta y nueve años de su muerte, los pasillos que fluyeron de la inspiración del autor cuencano permanecen en el alma del pueblo que se alegra o entristece con melodías que no tienen edades ni tiempos

Francisco Paredes Herrera, compositor ecuatoriano de hermosos pasillos que cantan al amor por más de un siglo, nació en Cuenca en 1891. Pero el 1 de octubre fue declarado Día del Pasillo Ecuatoriano, fecha del natalicio de Julio Jaramillo (1935-1978), uno de los mejores intérpretes de sus melodías.

El cantante merece grandes elogios por su voz cautivadora, pero más el autor de las creaciones. Así opina Bolívar Sarmiento, familiarizado desde la infancia en los sesentas del siglo pasado con la guitarra, el charango, el piano, la mandolina, el acordeón y otros instrumentos que los ejecuta con maestría. También canta, y muy bien.

El 8 de noviembre último, por los 129 años del natalicio de Paredes Herrera, Sarmiento puso en las redes sociales el pasillo “Mi Ensueño”, que lo compuso en homenaje al autor por excelencia de pasillos de singular armonía. Él en la guitarra y Santy Abril al violín, difundieron la pieza reveladora de la sensibilidad y la maestría del autor.

El pasillo fue el género más definidor de la música ecuatoriana en el pasado siglo. De origen europeo, al parecer llegó al país a través de Colombia y encontró por acá tierra fértil para convertirse en una expresión artística importante, acoplado a la poesía romántica de autores nacionales y latinoamericanos.

El pasillo tuvo su época, al impulso de la naciente radiodifusión, los “serenos” al pie de floridos balcones de amadas posibles o imposibles, con cantantes contratados o novios espontáneos rompiendo el silencio de altas horas en la noche de pueblos que aún vivían la paz ajena al estruendoso alboroto de la agitación moderna.

Los tiempos han cambiado. La música de ritmos globalizados se ha impuesto en la nueva juventud y menos mayores tararean canciones de antaño. Inclusive destacados intérpretes de la corriente musical de hoy han adaptado antiguos pasillos a polémicos ritmos cumbiamberos y rockoleros. Sin embargo, en circunstancias especiales de la vida, el viejo pasillo, que es parte del paisaje sonoro ecuatoriano, agita pasiones, alegrías o tristezas, sin importar la edad de quien lo escucha.

Lo que escasea son nuevos creadores del género, pues el pasillo auténtico no podría dislocar el soporte de los versos de la entonación musical. El pensamiento expresado por la poesía y la armonía sonora son elementos infrangibles de una consonancia que da identidad al pasillo. La poesía del siglo XXI no podría acoplarse a su ritmo.

Por eso, Sarmiento, al crear sus pasillos, introduce sutiles notas armónicas destinadas a recuperar la esencia de las composiciones vernáculas y evitar la desaparición del género, reanimarlo, recuperarlo, como expresión artística del patrimonio cultural ecuatoriano. Los instrumentos musicales tienen que necesariamente suplir los contenidos verbales que hacían dúo al pasillo tradicional.

El pasillo es patrimonio ecuatoriano y del mundo. Bolívar ha recorrido muchos países con su guitarra y sus canciones y ha constatado que las melodías ecuatorianas son valoradas por lejanos públicos. “El encanto de la música puede disfrutarse en cualquier parte, en cualquier idioma: como la belleza de las mujeres, se la valora sin importar el país del que ellas provengan”, comenta.

Admirador devoto de la producción de Paredes Herrera en el tema de los pasillos, considera que el Día del Pasillo Ecuatoriano debería haberse asociado al nacimiento de este autor, sin desconocer la valía de JJ como intérprete del pentagrama musical ecuatoriano y latinoamericano.

De Paredes son pasillos inmortales como “El Alma en los Labios”, que lo compusiera con los versos de Medardo Ángel Silva, poeta que se suicidó en 1919, luego de haber escrito: “Cuando de nuestro amor la llama apasionada/dentro tu pecho amante contemples ya extinguida/ya que sólo por ti la vida me es amada/el día en que me faltes me arrancaré la vida”.

Citar el inicio de un pasillo de Paredes trae a la memoria el contenido entero: “Brilla tu frente cual lumbre…”; “Ingenuamente pones en tu balcón florido…”; “Un bosque umbrío, de perfumes lleno…”; “Cerradas están tus puertas, y tú duermes, vida mía…”; “Yo quiero ser la fina madreselva…”; “Deja posar mis labios sobre tu piel de armiño…”; “Oh tú, mi lirio blanco, mi virgen poderosa…”; “No podrás olvidarme, porque yo no lo quiero…”; “Palpita, corazón, no estés callado…”; “Tierra hermosa de mis sueños, Manabí de mis quimeras…”; “Yo he preguntado triste quién me amará un día…”; “No has comprendido, prenda de mi vida, que te he querido como no podré querer…”.

En fin… la magia musical hasta ha hecho olvidar a los autores de las letras de los pasillos, entre quienes vale citar a César Maquilón, Manuel Coello Noritz, Carlos Alberto Flores, Guillermo Balarezo, Alfonso Estrella, Carlos Arturo León, Remigio Romero y Cordero, Guillermo Bustamante, Juan Iñiguez Vintimilla, Alfredo Baquerizo Moreno, Aurelio Ordóñez Zamora, Carlos Aguilar Vázquez, Quintiliano Sánchez, Juan de Dios Peza, Rosario Sansores, Romeo Castillo, y hay pasillos con letra y música del propio Paredes, y no pocos de autores desconocidos.

Quienes más han triunfado con la música de Paredes Herrera son los intérpretes, a millares, algunos de renombre nacional e internacional: las Mendoza Suasti, los Miño Naranjo, los Benítez y Valencia, Julio Jaramillo, Carlota Jaramillo, Eduardo Brito, acaso los más conocidos. En 1964 el dúo de los hermanos Miño Naranjo obtuvo en España el primer premio en la Feria de la Canción Iberoamericana, con el pasillo “Tú y Yo”.

En 1991, a los cien años del natalicio del compositor, Ana Paredes Roldán, nieta de un primo del músico, publicó su biografía, tesis de su licenciatura en Musicología. Ella registra de entre 857 composiciones de 43 ritmos diferentes, 219 pasillos. La fuente son registros de la Sociedad de Autores y Compositores (Sayce), pero con seguridad su producción supera las dos mil creaciones musicales.

Paredes Herrera falleció el 1 de enero de 1952 en Guayaquil, donde residió gran tiempo y produjo la mayor parte de su música desde los años veinte del pasado siglo, vinculado a la casa musical de José Domingo Feraud Guzmán, para grabar canciones en rollos para pianola. En 1936, solterón de 45 años, contrajo matrimonio en Quito con Virginia León Barrera. No dejó descendencia y sus restos están en el cementerio del Puerto. Un busto en su homenaje se erigió en 1992 en Cuenca, a los 40 años de la muerte, en la Plazoleta de la Música, cerca al río Tomebamba.

Bolívar Sarmiento, fiel admirador de su obra, impulsa acciones para revalorar al compositor ecuatoriano que es un orgullo de Cuenca, su ciudad natal. Espera que autoridades y dirigentes de entidades de arte y cultura apoyen las iniciativas para hacer justicia a la memoria del personaje, uno de los pilares sobre los que se levanta el prestigio de la ciudad patrimonial del mundo.

Santy Abril y Bolívar Sarmiento, artistas que homenajearon a Paredes Herrera en el aniversario de su natalicio.

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