Por Julio Carpio Vintimilla

 

   La Economía es el estudio de la riqueza. La riqueza es el conjunto de bienes materiales y servicios de los que dispone una comunidad. Por lo tanto, he aquí otra forma de definirla: La Economía es la ciencia que estudia la producción y la gestión de la riqueza social
 
 
 
…un buen marxista es siempre mejor fabulador y cuentista que economista.
          
                                                                    Ibsen Martínez, a propósito del cuento HANS RÖCKLE, EL JUGUETERO, que Marx había imaginado para distraer a sus hijas.
 
Hay, en las ciencias, unas nociones que parecen indiscutibles. La Geografía, por ejemplo, divide a la Tierra en tres grandes zonas climáticas: Zona Tropical, Zona Templada y Zona Fría. Y la clasificación ha estado en vigencia desde los tiempos de los antiguos griegos, y, prácticamente, nadie la objeta. (Aunque, por supuesto, deba hacerse ciertas precisiones. Un par. Primera: La Zona Templada es, en general, bastante destemplada… Segunda: Las áreas más templadas del mundo -- entre ellas la Sierra del Ecuador -- se encuentran en la Zona Tropical…) Y no se derivan, de estos conceptos, detalles emotivos o sentimentales. (Salvo, quizás, los raros casos en los que se usa el adjetivo tropical con un carácter despectivo.) En otras ciencias, en cambio, las nociones pueden ser mucho más sensibles. (Acordarse, al respecto, de las tormentas religiosas que produjo la Teoría de la Evolución de Darwin.) En menor grado, ocurre algo similar cuando la Sociología divide a una comunidad en clase alta, media y baja. (La palabra baja, sobre todo,  suena algo mal, desagrada... Y, por eso, hay quienes la remplazan con popular; un eufemismo impreciso, que, tampoco resulta ni tan útil, ni tan cortés…) Bien… Pero el asunto se torna más enojoso, todavía, cuando llegamos a ciertos términos económicos y políticos generalizados y sesgados; como los del antetítulo de las presentes letras. Aclaración y disculpa: Sólo hemos tenido un contacto tangencial con la Economía (Geografía Económica). Y, por tal razón, trataremos este tema nada más que como legos, aficionados y ciudadanos. Y, con el perdón de ustedes, adelante.

   Convengamos, en primer lugar, en que la Economía es el estudio de la riqueza. (El cual, por supuesto, debe incluir la pobreza; es decir, la riqueza escasa. Gunnar Myrdal estudió, precisamente, eso: la pobreza de las naciones.) Y convengamos, también, en que la riqueza es el conjunto de bienes materiales y servicios de los que dispone una comunidad. Por lo tanto, he aquí otra forma de definirla: La Economía es la ciencia que estudia la producción y la gestión de la riqueza social. Sigamos. Hay sólo tres hacedores y manejadores de la misma: (1) Los individuos; (2) el gobierno; y (3) las corporaciones. Si los individuos se encargan de la riqueza, podemos hablar de una economía privatista o liberal. (Los Estados Unidos.) Si se encarga el gobierno, hablaremos de una economía colectivista, estatal o socialista (La extinta URSS.)  Si se encargan las corporaciones, hablaremos de una economía sectorial o gremial. (La Alemania nazi; algunos países latinoamericanos, durante los regímenes populistas.) Atención: No hay economías “puras”. Las liberales le conceden, al menos, algún papel gestor al estado: industrias militares, vialidad, transporte, energía, minería, comunicaciones… La corporativa deja, también,  unos espacios considerables al estado y a los individuos. La estatal, en cambio, sí suele tender mucho al “purismo” y a la exclusividad; y sólo va dejando espacios disponibles cuando se debilita y se deteriora… (Cuba actual…)  / Bastante claro… ¿Por qué, entonces, nos enredamos con los dichos términos?  

 
Entonces, ¿por qué el neutro e inofensivo capital tiene tanta mala fama? Otra vez, sencillo: Pues, porque hemos colocado, entre nosotros y el dinero, unas creencias morales prejuiciosas y falsas.
    Hemos afirmado, en otro lugar, -- simplificando -- que el capital es, en definitiva,  nada más que un saco de billetes. En forma más detallada: El capital es, en su materialidad, un pequeño conjunto de objetos, a los que asignamos valores económicos determinados. (Dinero contante: billetes y monedas. Dinero documental: cheques, letras de cambio, bonos, tarjetas, vales…) Es decir, así visto, el capital termina por ser, sencillamente, ese total de valores al que denominamos dinero circulante. Y, el mismo, sirve para que la gente pueda hacer transacciones diversas; y pueda conservar, aumentar y traspasar los bienes. (Comprar, vender, pagar, ahorrar, prestar, donar, invertir, financiar...) / Recordemos: El dinero se volvió necesario, cuando las sociedades humanas evolucionaron y se tornaron complejas. En forma precisa, apareció con las revoluciones agrícola y urbana. (Cuando ya no se precisó juntar y repartir lo recolectado y lo cazado; y cuando, más tarde, se superó el primitivo y engorroso trueque.)  En fin de cuentas, -- remachemos, para definirlo bien -- el capital es solamente un medio o instrumento de intercambio económico. Y, como tal -- en sí mismo -- no es ni bueno, ni malo. Depende…, depende de su dueño, de su administrador... Puede ser usado para descontaminar un río, para  subsidiar a los transportistas o para pagar a los narcotraficantes. (De la misma forma, que un martillo depende del usador: para clavar clavitos, abrir un embalaje o romperle la cabeza a un pobre hombre.) Precisión: El capital no es la riqueza; es nada más que el símbolo de ella. Sancho Panza, al respecto: La plata no se come; se come el pan… Bueno, entre el capital y la riqueza hay -- cambiando lo cambiable -- la misma relación que hay entre una persona y su fotografía. Y -- nótese bien -- todos los sistemas económicos deben trabajar con un capital. Todos… Sencillo: Los Estados Unidos, la URSS y la Alemania nazi necesitaron dinero. Más sencillo: Los seres humanos modernos necesitan el dinero…

      Entonces, ¿por qué el neutro e inofensivo capital tiene tanta mala fama? Otra vez, sencillo: Pues, porque hemos colocado, entre nosotros y el dinero, unas creencias morales prejuiciosas y falsas. Veámoslo bien. La humanidad ha tenido siempre, con el dinero, una relación ambigua, conflictiva y paradójica. El dinero ha sido, simultánea o alternativamente, codiciado, sobrevalorado, maldecido y vilipendiado. (O la varita mágica o el sudor de la frente.) ¿No han oído ustedes aquello del vil metal? ¿Y eso de la adoración del Becerro de Oro? ¿Y aquello de que el dinero todo lo puede? ¿Y eso otro  -- medio cínico -- de que el dinero no es la felicidad, pero si es lo más cercano a ella? ¿Y qué quieren decir las cuatro conocidas expresiones?  Están diciendo, a gritos, que le atribuimos, al dinero, cualidades y defectos que éste, en su mismidad y en la desnuda realidad, no tiene. De tal equívoco, lamentable, a las  imaginaciones populares -- como los tesoros perdidos o hallados-- había sólo un paso. (Lo mismo se puede decir respecto a las prácticas aleatorias: el juego, los sorteos, las apuestas, las loterías…) Y unito más, -- bastante fácil de dar -- para que ciertos intelectuales, beaticones, crearan un verdadero demonio económico: el Capitalismo. (Para ellos, más temible, omnipresente y dañino, que aquel concreto e infeliz ángel caído del Cielo…)

    Y, luego, -- con insistidora repetición y  mucha propaganda -- se llegó a ese generalizado lugar común de que las sociedades liberales privilegian al capital por sobre los seres humanos… (¿Cómo y de qué manera…?) Otra cosa, más pertinente, -- aunque también bastante parcial y  discutible -- sería afirmar que tales sociedades alientan la ganancia individual o empresarial y descuidan la equidad social. Al paso. ¿Y un gobierno honrado y regulador -- por ejemplo, un buen gobierno socialdemócrata -- no podría corregir esta distorsión, o, digamos, injusticia, con sólo algo de voluntad firme y pragmatismo; y con una relativa facilidad? (Ídem con la prohibición de los monopolios nacionales y el debido control  de las inversiones  del exterior.)  No haría falta, pues, para ello, precisamente, ni una heroica revolución, ni un exorcismo económico…

      Concluyamos. Lo contrario del Socialismo no es el Capitalismo; es el Liberalismo.  Estamos hablando de política, compañeros… Lo diferente -- no contrario -- del uso del dinero (Capitalismo) es el viejo y residual trueque. Estamos, aquí, hablando de economía, señores ecónomos y economistas… Si nos referimos a la avaricia, a la codicia, a la bondad, a la misericordia, estamos hablando de religión, feligreses… Entonces, aclaremos y distingamos los asuntos. No los mezclemos…  Gentes pararreligiosas -- como Carlos Marx -- cometieron la arbitrariedad de asociar el pecado de la avaricia con el simple uso del dinero. Y, así, atiborraron las mentes de los ingenuos, los buenistas y los resentidos con prejuicios, medias verdades y  disparates: Una economía, pues, hecha a la medida y el gusto de los creyentes y los crédulos… En fin, Giovanni Papini dijo que no debiéramos tomar tan en serio al  polémico profeta de Tréveris. Más allá o más acá del mito, -- según él -- Marx era sólo un judío alemán que tenía la cabeza llena de hegelianismo y cerveza…
   

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