Por Yolanda Reinoso

 

Frondosas y altas palmeras, típicas del paisaje del Estado de Florida, le imprimen el aspecto común que, seguramente, buscara el escritor para no llamar la atención de nadie. La casa en cuestión fue testigo de 10 años de producción literaria, a partir de 1931

 
 
Visitar el hogar del escritor laureado con el Premio Nobel, Ernest Hemingway, es esencial cuando se está en Cayo Hueso, nombre con el que aún se designa en nuestro idioma a la isla que hoy lleva el nombre “Key West” en inglés. La casa, hoy convertida en museo, es más bien sencilla en su decoración, cosa que no es de extrañar en un hombre de ocupaciones intelectuales. Vale recalcar, él mismo escribió que “El hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera”.

   La casa tiene el aspecto costero propio de la zona, de fachada de madera pintada de blanco y ventanales que van del piso hasta muy cerca del tumbado. Frondosas y altas palmeras, típicas del paisaje del Estado de Florida, le imprimen a este hogar el aspecto común que, seguramente, buscara Hemingway para no llamar la atención de nadie. La casa en cuestión fue testigo de 10 años de producción literaria, a partir de 1931.

   De entre el mobiliario original de la sala destaca un inesperado sofá rosa rodeado de plantas y de adornos de gusto delicado. Esto, sin duda, se debe a que el toque decorativo lo puso Pauline, la segunda esposa de Hemingway. Ella los habría adquirido en París, donde conoció al escritor. Hacia el centro se encuentra una mesa redonda en que reposa una máquina de escribir. Se puede imaginar a Hemingway cursando su década de los treinta, aferrado a la máquina y escribiendo cuentos sobre todo. Sin embargo, la obra más sobresaliente de esta década es sin duda “Por quien doblan las campanas”, publicada hacia 1940. Se puede asumir que en esa casa Hemingway por lo menos le dio los últimos retoques a la novela, si es que no la produjo enteramente allí a manera de terapia, pues escribió “mi psicoanalista es mi máquina de escribir”.

   En las paredes de toda la casa abundan retratos del pintor, así como pinturas al óleo muy propias de Florida, pero específicamente de Key West, con su horizonte de agua turquesa, el faro blanco ubicado justo al frente de su hogar, las palmeras presentes en la comunidad entera. Además, a estos paisajes se suman las pinturas de coloridos peces y corales, muestra tangible de la fascinación que siempre tuvo el escritor con el mar. Desde luego, hay varios estantes de libros que el escritor seguramente consideraba de cabecera, pues se observan grandes obras clásicas que perduran hasta hoy por la universalidad de los temas. La habitación personal de Hemingway conserva en la cama un cobertor blanco de hilo de algodón, tejido a mano, y propio de la época en Florida dado no solamente el clima sino la preferencia por las manualidades. La cama, las sillas, los baúles, los guardarropas, son parte de la colección que tenía el autor de muebles originarios de la España de los siglos XVII y XVIII.

   En la parte trasera de la casa, llama la atención la presencia de una piscina, que acaso desdice del aire sencillo que predomina en el interior. Sin embargo, esta comodidad extra es común en Florida. Además, el autor amaba tostarse al sol, rodeado de sus gatos ronroneando sabedores del aprecio inconmensurable de su amo. Se sabe que Hemingway y Pauline también eran muy dados a ofrecer fiestas alrededor de la piscina, de forma que la intensa vida social que llevaran en París no se perdiera entre el calor floridano y la entrega a la producción literaria.

El cementerio de los gatos con los nombres de notables personajes
   Los descendientes de esos gatos que acompañaron a Hemingway se pasean por el interior y exterior de la casa, esperando recibir un halago de la gente que entra y sale sin cesar. En el patio opuesto a la piscina, se encuentra el cementerio gatuno que el autor iniciaría con gran dolor cuando llegaba el momento de despedir a sus amadas mascotas. De hecho, pinturas de gatos y otros adornos felinos se encuentran en varios rincones de la casa, y son un icono de este hogar. Las placas con los nombres de los gatos ilustran muy bien el humor y ese respeto que se combinaban en el amor hacia estos animales; destacan nombres como Mark Twain, Ezra Pound, Edgar Allan Poe, James Joyce, etc.

   La hermandad con el mar y esta casa le instó al autor a construir un bote al que llamó “Pilar”, que luego usó para recorrer El Caribe. Esos viajes con ánimo aventurero acabaron por llevarlo a Cuba, donde otra casa que debe ser igual de interesante existe con las puertas abiertas. La casa es una estampa personal, por lo que ya sea en Cuba o en Estados Unidos, Hemingway se respira en el aire pese a que dejó el mundo hace ya 54 años.
 

Suscríbase

Suscríbase y reciba nuestras ediciones impresas en su oficina o domicilio llamando al 0984559424

Publicidad

Promocione su empresa en nuestras ediciones impresas llamando al 0999296233