José Miguel Vélez es un artista cuencano genial cuya memoria es digna de ser recordada en la presente temporada, cuando se rinde homenaje al nacimiento de Cristo en el pesebre de Belén

El niño que esculpió un Niño Dios, eso era José Miguel Vélez cuando, de 14 años, tuvo que ingeniárselas para suplir de urgencia la imagen que se extravió del taller donde se había iniciado como aprendiz.

   Los resplandores electrónicos y cibernéticos de la temporada navideña a estas alturas del siglo XXI han acabado por opacar no sólo ciertas valiosas originalidades religiosas y culturales, sino hasta por ignorar episodios y personajes cuya memoria sustenta los valores patrimoniales de Cuenca de hoy y de mañana.

   José Miguel Vélez, hijo natural de Tomasa Vélez, había nacido en julio de 1829. La madre hizo sacrificios económicos para inscribirlo en una escuela pública, donde el maestro José María Espejo le inculcó conocimientos básicos, y luego para que en el taller de Eusebio Alarcón aprendiese a hacer dibujos y a colorear imágenes.

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