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Los turistas se congregan por miles y a diario alrededor del palacio Buckingham cuando la guardia real ingresa al palacio con caballeriza y artillería. El momento más difícil de avistar es el del cambio de guardia debido a la aglomeración |
Londres, sin duda, es una ciudad de posibilidades infinitas. En esta ciudad donde es casi imposible transitar sin cruzarse con masas de visitantes de todo el mundo, los guardias granaderos (grenadier guards, en inglés) son un icono y una atracción para esos turistas. El nombre de estos guardias se refiere al hecho de que son soldados de infantería que, tradicionalmente, portaban granadas de mano. No obstante, cuando en el siglo XVIII se les empezó a llamar con ese nombre, el motivo principal era su uniforme rojo granate. De hecho, un museo especializado en uniformes militares en el palacio St. James, indica que el color rojo representa la braveza de los soldados británicos, escogido inicialmente para infundir temor. Por otra parte, el rojo servía para el efecto de disimular la sangre que manaría del cuerpo del soldado en caso de ser herido. Este aspecto utilitario del uniforme, hace pensar en cómo la realeza británica se ha caracterizado por su afán en presentar una imagen por demás recatada, a menudo encubriendo hechos que son consecuencia lógica en ciertas situaciones. Para ilustrar, en 1997, al morir la princesa Diana en París, la realeza se ocupó de una imagen apaciguada de parte de los hijos de la fallecida durante la ceremonia fúnebre pública.
Volviendo a los soldados, hoy se refiere como “grenadier” a todo soldado que forme parte de la cabeza del regimiento encargado, por la realeza británica, de cuidar la seguridad del palacio Buckingham y del St. James. La presencia icónica de los soldados debe resaltarse en un contexto pasado. Así pues, su historia se remonta al siglo XVII; desde entonces, estos inconfundibles guardias reales han estado al servicio de diez reyes y cuatro reinas, peleando en campos de batalla europeos, en África, el subcontinente asiático y en las luchas de independencia de Estados Unidos.
Digo que son inconfundibles porque su imagen es reconocible a nivel mundial como un icono de la realeza con su particular uniforme. Éste incluye un saco militar rojo adornado con botones dorados labrados con insignias, cuello y puños negros. Los pantalones son negros con una casi imperceptible raya roja lateral. Parte de su tradicional uniforme lo hace el infaltable capuchón alto negro, hoy confeccionado con material sintético. A más de que el capuchón le da mayor altura al soldado, quien conozca el clima de Inglaterra (frío hasta en verano) comprenderá la utilidad del capuchón contra las inclemencias naturales.
Los turistas se congregan por miles y a diario alrededor del palacio Buckingham cuando la guardia real, vestida con el uniforme arriba descrito, ingresa al palacio con caballeriza y artillería. El momento más difícil de avistar es el del cambio de guardia debido a la aglomeración. Si el turista tiene suerte, puede observar a la reina transportada hacia el palacio y protegida por todo un ejército de granadiers.
El trabajo de guardia, en este caso, no difiere mucho de la actitud universal que suelen mostrar los guardias gubernamentales. Su labor es firme y quieta, son inamovibles y se mantienen en recta pose durante las horas que les toque la guardia. Esto hace que turistas, sobre todo jóvenes, traten de perturbar su labor haciendo bromas frente a ellos. Hay quienes apuestan sobre la posibilidad de hacer que un guardia al menos sonría, sucumbiendo a las bromas que, más bien, suelen ser de mal gusto. De hecho, ha habido ya casos de turistas que han excedido la paciencia de los soldados, recibiendo una estricta advertencia de que se retiren, cuando no un empujón o un gesto físico de rechazo a las bromas.
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Yolanda Reinoso, en medio de dos espigados Granadero británicos. |
Además, la paciencia de los soldados tiene que sobrellevar, a diario, que los turistas se ubiquen a su lado para fotografiarse. Esto, en realidad, implica romper con el área de seguridad a la cual no deben acceder los civiles. Las mismas guías turísticas hoy tratan de infundir a los extranjeros el respeto que merece el trabajo de guardia, pues en una ciudad propensa a ciertos peligros, los soldados grenadier en verdad están en riesgo todo el tiempo. Es mejor esperar a tener suerte y encontrarse, como nos pasó durante nuestra visita, con soldados que están en receso y con un ánimo muy dispuesto a fotografiarse con los turistas.
Con frecuencia se olvida que el trabajo de soldado de guardia es una labor que, al igual que otras, debe tener momentos de exaltación y otros de frustración. Lo cierto es que, ahí donde uno ve un guardia uniformado inamovible, hay un ser humano que siente cansancio y que ha recibido un entrenamiento estricto para realizar su labor.