Por Yolanda Reinoso

 

En un milenario largo proceso natural que esconde la combinación precisa de vientos y lluvia, los montículos empezaron a erosionar en su centro, dejando poco a poco un agujero. En un tiempo aproximado de cien mil años el paisaje ya no era un suelo cubierto por montículos, sino por arcos formados sin intervención humana

En el estado de Utah en Estados Unidos se pueden admirar paisajes impresionantes, siendo uno de los más destacados el parque nacional donde más de 2.000 arcos naturales de piedra crean un panorama fuera de serie. La predominancia de arcos en el parque da lugar a su nombre: “Arches National Park”. Al ver los arcos, es difícil en principio convencerse de que no ha habido intervención humana, pues tal parece que se estuviera en una planicie donde los arcos hubiesen sido sobrepuestos para imprimir realce a un paisaje que, de otra manera, resultaría más bien monótono.

Para comprender la dimensión del realce, hay que recordar que el estado de Utah se caracteriza por ser en mayor parte suelo desértico de roca arenisca rica en minerales rojizos. Precisamente, la abundancia de roca arenisca es lo que ha permitido una formación geológica tan extraña y bella como los arcos. Por dentro de estas estructuras, existen densas capas de sal que, hace un millón de años, emergieron del subsuelo, formando altos montículos cubiertos por la arenisca del suelo. En un largo proceso natural que esconde la combinación precisa de vientos y lluvia, esos montículos empezaron a erosionar en su centro, dejando poco a poco un agujero. En un tiempo aproximado de cien mil años, el paisaje ya no era un suelo cubierto por montículos, sino por arcos en los que la mano humana no ha jugado ningún papel.

Como todo lo que ocurre en la naturaleza, cada arco de este hermoso parque es único y aunque, en apariencia, haya muchos iguales, todos se documentan en el archivo oficial del parque no sólo con el distintivo de su ubicación geográfica, sino por sus características individuales que van desde el grosor hasta la altura y composición geológica. Los arcos más altos llegan hasta 97 metros de altura. Además, ver cada arco requiere de buen ojo porque los hay que se encuentran justo en frente de rocas de pared lisa, por lo que el agujero se confunde con aquélla. En cambio, los arcos que se erigen sin roca de fondo son los más fotografiados porque el enorme agujero es el punto perfecto para posar en un marco natural. Estos arcos son conocidos como “ventanas” porque permiten ver, enmarcadas, grandes áreas del parque o, según el enfoque, un cielo azul intenso en los días soleados que caracterizan a Utah. De los arcos que no están bloqueados por roca alrededor, quizá el más buscado es el “doble arco”, cuyo nombre evidencia la particularidad de su aspecto.

Hay arcos que se extienden entre dos rocas y se ubican justo por encima de corrientes de agua que, durante el verano, suelen estar secas. Debido a la presencia de agua y a que es posible atravesar este tipo de arco de un lado a otro, se lo considera un puente natural.

Aunque 2.000 arcos vigentes es un número considerable, la extensión del parque hace necesarias largas caminatas para ubicar muchos de los arcos más atractivos; en esa extensión que asciende a 31.031 hectáreas, se calcula que aproximadamente 43 arcos se han desplomado desde 1.977 por efectos medioambientales, lo cual nos hace preguntarnos cómo cambiará a futuro el perfil de este bello paisaje. Visto desde el silencio profundo que puede hallarse en ciertas zonas, el panorama resulta hermoso y solitario, sereno y alejado del mundo como si quisiera enajenarse por siempre junto con quienes lo visitan.

Pese a la predominancia de arcos, existen otras formas rocosas naturales que, igualmente, resultan una creación natural impensable. Está un conjunto de rocas conocido como el “desfile de elefantes” por evocar la presencia de paquidermos. Asimismo, están las torres estilo corte de justicia, monumentales por su altura y su perfil cual edificio gubernamental. La “roca balanceada” es de grandes proporciones y parece pender, equilibrada, sobre una fina capa de roca, a punto de caerse y rodar por la colina sobre la que posa.

Este parque nacional continúa formándose bajo mando de la naturaleza. Por ello, la autoridad del parque continúa documentando nuevos procesos de erosión en montículos de roca que, probablemente, dentro de otros cien mil años serán arcos nuevos. Éstos, en un momento dado, también se desplomarán. Este constante proceso natural de cambios que modifica el paisaje es representativo del ciclo vital, también natural, al que no escapa nada que habite el planeta. Quizá el paisaje futuro será aún más impactante e inesperado, pero ese tiempo sobrepasa el límite de nuestra vida. Por lo pronto, visitar este parque es un encuentro con el producto de un trabajo natural hecho a fuerza de cientos de miles de años y, por ello, tiene un tinte mágico.

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