El régimen anterior posee en la administración, la burocracia, el actual magisterio, etc. las articulaciones todavía intactas para un “contragolpe” si los apoyos a Moreno empezaran a flaquear a la luz de las realidades económicas actuales o próximas.

  El peor enemigo del presidente Lenín Moreno no es, como pudiera creerse, su antiguo compañero y ahora sañudo antagonista, el ex gobernante avecindado en Bélgica, sino el tiempo. Conforme pasan los días, ciertamente se intensifica el caudal de apoyos a la consulta popular, en especial a la pregunta sobre la reelección indefinida, pero paralelamente se incrementan los riesgos de un derrumbe de ese apoyo, por obra de la impaciencia de diversos sectores que desean ver sus expectativas prontamente realizadas, como si Moreno fuera una especie de mago que mediante opotrunos sortilegios levantara los tabúes, las barreras y las rémoras, dejadas por la década correísta como minas sembradas en el territorio y la conciencia del país.

   El presidente Moreno y su equipo han actuado con extremada habilidad política, acorralando a los más duros elementos del señuelo de la vuelta del ex mandatario al territorio nacional, supuestamente para enfrentar a un gobierno que fue de ellos pero que desobedeció, crimen imperdonable para quienes ven en la obediencia ciega una virtud, “revolucionaria” para colmo. 

   La Corte Constitucional demora demasiado en calificar las preguntas, no se sabe si intencionalmente o por pura pereza mental o pusilanimidad, pero ello trabaja a favor de quienes no quieren una consulta ni mucho menos, sino que todo siga igual que en los mejores –esto es los más sombríos- tiempos del Correato, cuando todo intento por denunciar, protestar, enarbolar proyectos distintos al que se marcaba desde Carondelet, era ridiculizado para, de inmediato, ser perseguido por todos los medios de una legalidad a “lo sastre”, es decir sobre la medida de la juridicidad de la “mano metida” en las entrañas de la Justicia, cuyas consecuencias son de sobra sabidas, pero que siempre vale la pena recordarlas en un país tan propenso a la amnesia: jueces obedientes, tribunales intimidados con los sumarios prontos a ejecutarse si se desobedecía las órdenes venidas del Ejecutivo y sus apéndices operativos, juicios a granel por los motivos más diversos, inclusive caricaturizar un operativo policial contra algún denunciante de supuestos delitos de corruptela.

   Pero el tiempo, implacable como es, sigue corriendo, y la salud del régimen morenista, al que cabría otorgarle el título muy del Siglo Diecinueve de “Restaurador de las Libertades Públicas”, con una respectiva corona de laureles, así sean sintéticos, dados los tiempos, puede verse perturbada por la conjunción de impaciencia de empresarios o ecologistas, más las conjuras soterradas en marcha, con el ex mandatario a la cabeza, en pos de una aureola que históricamente la perdió. 

   El régimen anterior posee en la administración, la burocracia, el actual magisterio, etc. las articulaciones todavía intactas para un “contragolpe” si los apoyos a Moreno empezaran a flaquear a la luz de las realidades económicas actuales o próximas. Es que el tiempo, como el petróleo, es un recurso no renovable que se va de las manos, en especial de los gobernantes, para los cuales “ir en busca del tiempo perdido” a la manera proustiana, puede resultar fatal.

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