La población vio con inmenso y sincero alivio la eliminación “ipso facto” de las Sabatinas, donde el antecesor tenía una tribuna semanal para descalificar a sus adversarios, hacer un recuento de sus gustos gastronómicos, ensayar su vacilante manojo del idioma quichua, y sobre todo, anunciar sibilina o abiertamente los procesos a incoarse contra quienes eran objeto de su inquina
 
   El primer mes de la administración de Lenín Moreno ha significado un alentador desbloqueo de los canales con los que la sociedad civil interactúa con un gobierno, virtualmente cancelados en los diez años de administración de Rafael Correa, cuya administración se caracterizó por su escasa permeabilidad a los planteamientos que viniesen de sectores independientes de su gobierno y su manera de gobernar. Más aún, esos grupos, fuesen empresarios, obreros, empleados, maestros, campesinos e indígenas, fueron objeto de calificativos como “pelucones”, “burócracias sindicales”, “tirapiedras” o “ponchos dorados” por un gobernante poco amigo del diálogo.
 
   Lenín Moreno ha dado interesantes muestras de querer desmarcarse, desde un principio, de la línea de gobernar de su predecesor. Por ejemplo, buena parte de la población vio con inmenso y sincero alivio la eliminación “ipso facto” de las denominadas “Sabatinas” donde el antecesor tenía una tribuna semanal para descalificar a sus adversarios, hacer un recuento de sus gustos gastronómicos, ensayar su vacilante manojo del idioma quichua, y sobre todo, anunciar sibilinamente o abiertamente los juicios y procesos a incoarse contra quienes eran objeto de su inquina.
 
   Otro mensaje de importante ha sido la aseveración de Moreno en el sentido de que no  hará uso de ningún cuerpo civil para su integridad personal, como no sean los elementos de las Fuerzas Armadas y la Policía encargados de ese resguardo, en contra de la iniciativa de las postrimerías del mandato de Correa en el sentido de crear un cuerpo de seguridad civil. También las llamadas “mesas de diálogo” son otro signo de apertura, entre otros, en lo que pudiera denominarse la “Perestroika” de Lenín Moreno, en alusión a ese proceso de la ex Unión Soviética, con Mijail Gorvachov, que significó la ruptura de los dogales antidemocráticos sobre los que se basó el denominado “Socialismo Real”, luego auto derrocado con la Caída del Muro de Berlín.
 
   Sin embargo, falta saber si estos signos, por ahora alentadores, de que recuperaremos el sentido de la democracia y su vivencia, significará un cambio, una apertura profunda en el tupido entramado que dejó el Correísmo de Correa, valga la redundancia, con su andamiaje jurídico, administrativo y constitucional, que convirtió a su mandato en una especia de monarquía sin corona, lejos de las características de una democracia representativa, donde los tres poderes del estado se equilibran y ejercen un mutuo control, indispensable para frenar las tentaciones, siempre latentes, del abuso de parte de cualquier gobernante con tentaciones de “Hombre Fuerte”.
 
   De otro lado, dentro de la propia militancia de PAIS, existe un sector “duro” como se lo ha denominado, poco dispuesto a esos cambios hacia la democracia, ya que además, este esquema pudiera servir para que los responsables de presuntos negociados y casos de corrupción blinden su impunidad, justamente a través de evitar la transparencia a la que Lenín Moreno invita en sus primeras semanas de administración.
 
   En definitiva, ¿hasta dónde le permitirán una apertura al sucesor de Correa Delgado?
 
 

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