Ricardo Márquez Moreno, nacido en 1915, falleció en mayo anterior, camino a los 103 años de edad. Fue testigo de un siglo de cambios culturales, físicos, políticos y sociales de Cuenca, por lo que merece evocárselo en el presente
  Alumno de los Hermanos Cristianos en los primeros años de aprendizaje, acabó graduándose de Abogado en la Universidad de Cuenca y en su juventud, como lo hacía toda la gente de cultura de entonces, incursionó en la poesía.
 
   De 1938 a 1944 participó en la redacción de la revista literaria y jurídica Mástil, con compañeros bachilleres del año 1936, entre ellos Arturo Crespo Toral, César Herrmida Piedra y Julio Iñiguez Arteaga, quienes han dejado testimonios de sus inquietudes literarias, ahora olvidadas, pero que son testimonio de una época en la que la expresión cultural de Cuenca era la poesía. Luego, solamente los poetas se dedicarían a escribir poesía.
 
   Márquez Moreno, como profesional del derecho, laboró como abogado asimilado en el Ejército y hasta tuvo un grado militar. En 1965 fue nombrado Director del Registro Civil del Azuay, función en la que realizaría lo mas destacado de su actividad en el servicio público, hasta comienzos de los años 80 del siglo pasado.
 
   Organizado, con disciplina, hizo de este cargo la oportunidad para dar aportes en la modernización del servicio de registrar el nacimiento, el estado civil y hasta la muerte de los ciudadanos, información que antes la tenían a su cargo las parroquias religiosas y antes de 1965, cuando se promulgó la nueva Ley del Registro Civil, los jefes y tenientes políticos de cantones y parroquias. 
 
   “Los clérigos eran los únicos que inscribían y registraban los datos de la vida de las personas. Hasta no hace mucho inclusive la Iglesia era la propietaria de los cementerios. El Registro Civil ecuatoriano nació en la época del gobierno liberal de Eloy Alfaro, siendo su Ministro del Interior el doctor José Peralta y el primer Director General del Registro el periodista Manuel J. Calle…”, consta en una entrevista de diciembre de 1981 en la revista Avance. 
 
  De la misma manera que su fallecimiento lleva a evocar aquellos tiempos de sus años juveniles de inquietudes literarias, es ocasión para rememorar las experiencias de su gestión en el Registro Civil, con algunas anécdotas. Un día acudió a su despacho la pareja de un joven de 18 años y una dama de 45, para contraer matrimonio. Cuando le preguntó al novio si aceptaba a ella por esposa, él emprendió la fuga que dejó atónitos a todos, incluidos los testigos. Un mes después regresó la misma pareja para casarse. “Esta vez él aceptó a su novia, pero ella le cobró con la mismísima moneda el desaire: dejó plantado al novio afirmando que no le aceptaba por esposo”, contó el doctor Márquez. 
 
   También había visto casos de padres “alquilados” que iban a casar a sus hijos menores de edad, pero cuando se les pidió la cédula escapaban delatando sus malas intenciones. O también de quienes por no cumplir los trámites de obtención de cédulas de ciudadanía, aprovechaban de las temporadas de escasez de materiales del Registro Civil para solicitarla y obtener un documento supletorio que tenía tiempo determinado de vigencia.
 
   Ricardo Márquez Moreno, fiel a sus aficiones literarias de la juventud, hasta poco antes de cumplir un siglo de vida, dedicaba parte de su tiempo a la relectura de autores favoritos, y a escribir poesía recordando a la esposa, Rosa Elena Iñiguez Arteaga, que falleció en 2004, así como a sus seres queridos.
 

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