Indígenas de los Andes hacen fila para solicitar ayuda en un pueblo del departamento de Puno en Perú. Crédito: Milagros Salazar/IPS.

LIMA, (IPS) - El grado de violencia de género en el ámbito familiar que existe en Perú es alarmante. No solo las estadísticas reflejan una práctica generalizada, sino que muchas peruanas tienden a aceptarla como “parte del matrimonio”

Por ello, fue sorprendente y también comprensible que las clases sobre ese tipo de violencia en un centro de mujeres de la región de Cajamarca, estuvieran siempre repletas de adolescentes y mujeres animadas.

“Muchas mujeres no protestan contra la violencia dentro del hogar porque no están tan educadas y no saben mucho”, señaló una de las participantes, y sus compañeras asintieron. “Sus esposos las insultan y les pegan, y las mujeres creen que es su culpa, que se merecen ese tipo de trato”, observó. Cecilia, otra de las participantes, se mostró renuente a hablar, a pesar de que se había ofrecido, y bajó la mirada hacia su falda, tras lo cual su amiga Yolanda le preguntó: “¿Estás lista para hablar?”, y ella le respondió que no.

Al ser consultada sobre si ella o alguna conocida había sufrido violencia de género por sus parejas o familiares masculinos, los ojos de Yolanda inmediatamente se volvieron hacia Cecilia. “Muchas de mis amigas la sufrieron”, respondió. Y al ser consultada sobre si algunas mujeres no cuestionaban la situación porque creían que era parte del matrimonio o de la cultura, Yolanda le susurró: “anda, dile, dile”, pero Cecilia no respondió.

En muchas familias peruanas, la educación de los hombres es prioritaria frente a la de las mujeres. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas concluyó que 56,3 por ciento de las mujeres consultadas en Perú habían llegado a la enseñanza secundaria, por debajo de 66,1 por ciento de los hombres. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, solo 6,3 por ciento de los hombres adultos son analfabetos, muy por debajo de 17,5 por ciento de las mujeres.

En muchos aspectos de la vida, el nivel de educación alcanzado representa una gran diferencia, pero en especial en lo que respecta a la violencia intrafamiliar. Según un estudio de la estadounidense Universidad de Princeton, cuantos menos años de educación formal, más probabilidades tienen ellas de sufrir abusos en el ámbito doméstico: 42,04 por ciento de las mujeres no escolarizadas y 42,8 de las que había hecho la enseñanza primaria habrían sufrido violencia, muy por encima de 28,93 por ciento de las que llegaron a la enseñanza terciaria o más.

“Las madres enseñan a sus hijos varones a no hacer el trabajo de las mujeres, que no cocinen ni limpien; ese es el trabajo de las mujeres”, comentó otras de las participantes. “Si ellas no cocinan ni hacen las tareas domésticas, entonces las agreden. No pueden salir de la situación porque no tienen formación, no tienen recursos”. Las participantes se dividían entre las que llevaban pantalones vaqueros y camisetas sin mangas y las que preferían las largas faldas tradicionales, camisas y cárdiganes. Algunas eran tímidas, y otras no.

Las que condenaban abiertamente la cultura machista y sermoneaban a las otras sobre la importancia de casarse con su mejor amigo, lucían mallas ceñidas a las piernas, mientras que las que llevaban trenzas hasta la cintura y botines permanecían calladas. La antigua cultura tradicional convive en Perú con un estilo de vida contemporáneo. Muchas personas manejan automóviles, tienen teléfonos móviles y visten ropa actual, pero es en el estilo de vida rural vigente donde se enmarca y se arraiga la cultura patriarcal.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la violencia física en el ambiente doméstico, a diferencia del emocional, sexual o verbal, es “mucho más frecuente entre mujeres de bajos recursos económicos” en Perú. Y la Organización Mundial de la Salud señala que la prevalencia de la violencia física de parte de la pareja asciende a 50 por ciento en las ciudades, a diferencia de 62 por ciento en las áreas rurales, donde a menudo la violencia doméstica resulta fatal, lo que ocurre mucho más que en otros países.

Según el diario peruano La República, hubo 365 feminicidos en los últimos cuatro años, con 174 intentos fallidos. Para peor, la justicia se ha mostrado indulgente a la hora de castigar a los responsables, pues casi la mitad de los condenados recibieron menos de 15 años de prisión y dos, menos de siete, eso en los pocos casos procesados, que solo fueron 84.

Tras mirar de a ratos a Yolanda hablar, y visiblemente en reacción a una de sus respuestas, Cecilia se animó a responder. Al ser consultada si conocía historias de violencia doméstica, volvió a mirar para abajo en silencio y asintió. “Sí, podría contarles una historia”, ofreció, y relató lo que le había pasado a una integrante de su familia que casualmente tenía su misma edad, 29 años. “Se comprometió con ese hombre. Siempre le dice que la ama y que la quiere todo el tiempo”, relató. “Y siempre diciéndole cuánto la quiere y que está dispuesto a darle todo, ¿no? Pero en realidad, puedo ver que eso no es bueno”, reconoció. “Cuando le dice que la necesita, ella va y está con él. Pero ella está sola. Él le dice que la quiere tanto que no quiere que trabaje y que solo tiene que dedicarse a su hija. Ella tiene una niña y por eso no puede trabajar”, prosiguió Cecilia.

“A cada rato suena el teléfono y le pregunta ‘¿dónde estás?’ ‘¿qué estás haciendo?’ ‘¿con quién estás?’ y la va a buscar”, añadió. “Él la obliga a quedarse. Ella trata de irse, pero él está siempre ahí, siempre detrás de ella, escuchando y esperándola”, detalló. “Cuando la ve hablando con alguien, empieza a enojarse y ahí la golpea. Ella trata de escapar, pero él la obliga, porque en este momento vive más con miedo, teme que vaya a matarla si fuera a tener otra pareja”, acotó.

La renuencia de Cecilia a hablar, independientemente de que hablara realmente de un familiar, dice mucho sobre su situación y sobre la de todas las mujeres víctimas de la cultura machista imperante en Perú. Es muy difícil hacer frente a un asunto que está tan vinculado a la historia, la economía y la política que hacen que siga existiendo una cultura rural anacrónica.

La educación que reciben en clases como la del centro de mujeres, es un comienzo necesario, pero solo si se acompaña con empoderamiento, para que mujeres como Cecilia sepan que no tienen que tener miedo de contar sus historias.

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