Diego Jaramillo muestra la máscara del Carnaval de Oruro, en Bolivia, una de las piezas más ricas en diseño y colorido.

 

Una exposición que muestra la riqueza artística, ceremonial y antropológica de las máscaras usadas en diversos pueblos del mundo, a través de una colección de un centenar de unidades provenientes de países y continentes

Através del rostro se exteriorizan estados interiores, sentimientos, pasiones, o la paz de la conciencia. El rostro es la parte más espiritual del cuerpo humano y un gesto es suficiente para atraer o causar rechazo: el rostro es portavoz del alma.

¿Y qué son las máscaras, que el hombre aprendió a usarlas para  ocultar o exagerar sus virtudes o defectos? La máscara es un elemento dramático: el rostro identifica a la persona, la máscara al personaje. Del tema se ha hablado mucho, desde su etimología en todos los idiomas, pero no se ha advertido su versión más simple: la máscara, es más que la cara. Caricatura con espesor y movimiento.

Forma parte de la cultura de los pueblos para teatralizar más de lo que puede el rostro humano, amplificar la alegría en las ceremonias festivas, la tristeza en los rituales fúnebres, la inocencia en las conmemoraciones infantiles o el terror en las diabólicas representaciones infernales.

El propio rostro es suceptible de actuar como máscara en la vida cotidiana, empezando por el maquillaje de la dama que colorea los labios y mejillas, o resalta las líneas de los ojos y pestañas. O el varón que se rasura para cambiar la cara o si se deja barbas y bigotes. Hasta el manicure y la pedicure servirían para poner “máscaras” a las manos y los pies.

Y también pueden considerarse máscaras los pasamontañas con que se cubren los delincuentes para cometer actos malvados escondiendo el rostro, y las caretas de los luchadores mexicanos, para infundir miedo al adversario.

De la máscara derivan connotaciones en las relaciones humanas más diversas. ¿El político desenmascarado y el pillo, qué cara ponen al descubrirse sus falsías? Un gobernante de hace poco insultaba a sus adversarios apodándolos caritucos, como diciéndoles sinvergüenzas, caras duras. Se lleva máscaras para el hogar, el trabajo, ante los amigos, con la esposa o la amiga y, si se está en la soledad. Las máscaras postizas son la exageración de esas que hombres y mujeres portan en su vida diaria. Sólo en la muerte el rostro del individuo deja de ser variable.

En el trato cotidiano las personas aluden a situaciones conductuales emparentadas con la máscara, como aquel que pareciera que no rompe un huevo, o se hace el mosquimuerto, tiene cara de ver y no creer, carita de santo, pero es el mismo demonio. Los dibujos animados que encantan a los niños, con animales que hablan y piensan, mucho tienen de máscaras y más las pequeñas caritas junto a los mensajes por las redes sociales. Al sol y la luna se suele acomodar ojos y rostro humanos y hasta a los automóviles su mascarilla. El payaso, el enmascarado popular más sencillo, es ejemplo genuino de quien, al menos, es hombre de dos caras.

En fin, muchas divagaciones antropológicas ocurren al visitar una colección de máscaras montada estos días en Saladentro, centro cultural y de exposiciones de arte, a la orilla del río Tomebamba, dirigido por Diego Jaramillo Paredes.

En cuarenta años él ha acumulado máscaras traídas de viajes por el Ecuador y el extranjero, o por regalo o encargo a familiares y amigos que han recorrido el mundo por turismo. Allí cuelgan estos artefactos cargados de mitos y simbolismos, provenientes de cerca y de muy lejos. Detrás de cada máscara hay anécdotas e historias como los aprietos para pasar los puestos aduaneros sin esconder los objetos que por su delicadeza deben traerse a mano.

De Perú, Bolivia, Ecuador, Uruguay, México, Guatemala, centroamerica, norteamérica y países europeos y asiáticos, son las máscaras exhibidas con cuidadoso montaje e iluminación, para destacar sus características, que mejor que descritas, pueden admirarse en el sitio o al menos por fotografías, de las que son una muestra estas páginas. Siempre el hombre ha tendido a ponderar sus propios rasgos físicos, a veces enlazados con la expresión de aves y bestias y elementos de la tradición y la naturaleza, en máscaras de madera, papel maché, cartulinas o simplemente en papeles amasados con engrudo.(RTE)

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