Un 25 de septiembre de 1828, en un acto heroico, Manuela Sáenz, patriota ecuatoriana de profunda convicción libertaria, arriesgó su vida para defender al presidente de la Gran Colombia, Simón Bolívar, quien en un acto de reconocimiento la llamó la “Libertadora del Libertador”

    Desde siempre, el ser humano ha combatido incansablemente por emanciparse de las cadenas que lo han atado y humillado. Esas cadenas, aún en la actualidad, no terminan de romperse y buscan mutar de diferentes formas y colores dirigiendo al permanente engaño de quienes creen no sentirse atados a nada o a nadie. Pueblos y sociedades enteras visible y aparentemente libres, siguen bajo el yugo de otro tipo de cadenas y esclavitud moderna que no tiene compasión y que al contrario se ahonda.  Desde siempre, el ser humano ha combatido incansablemente por emanciparse de las cadenas que lo han atado y humillado.

   Durante siglos, muchos han sido los hombres y mujeres que han luchado por conseguir la tan anhelada libertad consiguiendo liberar a sus pueblos de la opresión de imperios y reyes, y para lograrlo han dejado hasta su propia vida.  La libertad conseguida por personajes patriotas como Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, José de San Martín, Bernardo O´Higgins, José Joaquín de Olmedo, Manuela Sáenz, Manuela Espejo, entre otros de su época, nos recuerda que el espíritu de los hombres y mujeres libres no debe morir y por el contrario debe multiplicarse; personajes que con profundo amor por la humanidad y su Patria, conquistaron su eternidad venciendo a la muerte y grabando con letras de oro las páginas de la historia.     

La libertad entonces se obtuvo a toda costa no solo arriesgando la vida, sino también poniendo a prueba lo más valioso que un ser humano puede profesar en las causas que defiende y sigue: La lealtad, acompañada de una profunda consecuencia y convicción. Sin dogmas y sin fanatismos, la lealtad no se negocia ni se empeña jamás; ni hoy, ni mañana, ni nunca y menos por la comodidad del poder.     

La historia da cuenta de actos de lealtad inquebrantable, como el ocurrido en la ciudad de Santa Fe de Bogotá un 25 de septiembre de 1828, cuando en un acto heroico Manuela Sáenz, patriota ecuatoriana de profunda convicción libertaria, arriesgó su propia vida para defender al entonces presidente de la Gran Colombia, Simón Bolívar, quien en un acto de reconocimiento la llamó la “Libertadora del Libertador”. La conspiración septembrina, como se la denominó, dejó al descubierto varios autores materiales e intelectuales entre ellos Pedro Carujo, enemigo declarado de Bolívar, quien comandó el ataque con más de tres docenas de personas; y, con muchos indicios de su participación intelectual, el General Francisco de Paula Santander, otrora vicepresidente de Colombia, dadas sus diferencias con el Libertador. 

   Hoy 191 años después de este frustrado atentado, recordamos la impoluta necesidad de construir una sociedad que no olvide su pasado, fortalezca su presente y construya su futuro sobre la base de profundas convicciones y confianza en sí misma. América Latina ha contado con grandes libertadores, y todos en su momento tuvieron sus obstáculos y opositores, así como Bolívar y otros patriotas libres y de buenas costumbres. Esa construcción requiere caminar por un sendero que cuenta con varios escalones que nos permiten cultivar y conseguir esa libertad, con herramientas como la inteligencia, la rectitud, el valor, la prudencia y el profundo amor a la humanidad que se debe alcanzar con trabajo y esfuerzo, como lo hicieron los libertadores.    

‘’Las buenas costumbres y no la fuerza, son las columnas de las leyes; y el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad’’ decía el Libertador con sapiencia, y hoy más que nunca requerimos que esas columnas se encuentren erguidas y fortalecidas para evitar que la injusticia guiada por divergencias y revanchismos, se convierta en un ejercicio de opresión y ostracismo.

El camino es largo, lleno de decepciones y alegrías, matizados de negros y blancos como los mosaicos y la vida misma, sin embargo, como decía Bolívar: “Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios”.

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