Pormenores para esclarecer incertidumbres sobre la independencia y el papel de sus próceres permanecerían a la sombra, por la mutilación de los archivos públicos a manos de hábiles y acuciosos investigadores

La derrota de Verdeloma cubrió por décadas con un velo sombrío el episodio heroico del 3 de noviembre. Las autoridades reales –los militares españoles Antonio García y Carlos Toldrá- implantaron el terror, persiguieron a los próceres, confiscaron sus bienes y castigaron al pueblo con aportes para ellos y su soldadesca.

José María Vázquez de Noboa desaparece y es incierto su destino. Su papel fue decisivo para la independencia, a pesar de que antes se mostró recalcitrante defensor de la corona real. Hubo historiadores que le adosaron la imagen de la traición y mucho tiempo se dudó si fue realmente mentor de la gloria novembrina. Aún hoy, parcialmente está reivindicado.

Nació en Concepción, Chile, en las postrimerías del siglo XVIII. A inicios del siglo XIX está en Quito como abogado de la Real Audiencia y en 1806 en Cuenca, donde el 7 de mayo de 1809 contrae nupcias con Teresa Ramírez y Astudillo, con la bendición del prelado José María Landa, en la capilla de la Virgen del Río, junto al río Tomebamba, templo cuyos vestigios eran visibles no hace mucho en El Barranco.

Tras el desastre de Verdeloma Vázquez de Noboa habría escapado al Perú, para hacer filas junto a San Martín, luego en 1823 junto a Rivas Agüero, derrotado por Simón Bolívar. El Presidente peruano Torre Tagle ordenó que Riva Agüero y siete colaboradores, entre ellos Vázquez de Noboa y su hermano Ramón, fuesen pasados por las armas “en lugar secreto, sin formalidad ni proceso alguno, por interesar extraordinariamente la ejecución de lo mandado…”. El militar que debía cumplir la ejecución, por amistad, liberó a Riva Agüero de la condena, embarcándolo a Guayaquil, donde Simón Bolívar le facilitó la salida a Europa. Se desconoce si los otros sentenciados se beneficiaron del procedimiento o fueron ejecutados.

Teresa Ramírez y Astudillo, esposa del líder independentista, murió el 13 de marzo de 1847, ignorando si él estaba vivo o muerto. Su testamento destaca las diferencias económicas con él: “Soy casada con el señor doctor José María Vázquez de Noboa, natural de la ciudad de Chile, y durante la sociedad conyugal procreamos y tuvimos por nuestro hijo legítimo a José María Vicente Francisco Noboa y Ramírez, el que se halla ausente fuera de esta República”.

Y añade: “Declaro que cuando contraje el referido matrimonio traje a él el capital de cuatro mil seiscientos pesos, según consta en la escritura pública otorgada ante el escribano Villavicencio, y el mencionado mi esposo metió de su parte una tabla de tintero, dos platillos, dos cucharas y una jabonera, todo de plata, y además la ropa de su uso”. La señora Ramírez murió sin tampoco saber el fin de su hijo, que al parecer residía en Lima.

 Maqueta de un monumento que se quería erigir a Vázquez de Noboa por el centenario, y quedó pendiente por las discusiones sobre el personaje

La memoria histórica ha sido ingrata con Vázquez de Noboa, prócer mayoe de los hechos se conmemora estos días. El Concejo de Cuenca puso en 1961 su nombre a la calle intermedia entre las de Sucre y Juan Jaramillo, en el centro histórico, pero en 1973 en una sesión secreta lo sustituyó con el de Presidente Córdova, sin explicación alguna.

Hay también versiones confusas de la gesta de noviembre, pues luego del descalabro de Verdeloma, por largos años se olvidó la fecha. En 1915 el historiador ambateño Celiano Monge entregó a la Municipalidad de Cuenca el Plan de Gobierno de la República de Cuenca, documento aprobado el 15 de noviembre de 1820, que se lo desconocía. Entonces se estableció el 3 de noviembre como fecha definitiva de la independencia.

Eso no es todo: en 1916 el conserje municipal Antonio Cuesta dio con un documento de 19 de marzo de 1867 que lo mostró a sus superiores. Era el Acuerdo Municipalidad de entonces para “Perpetuar la memoria del Tres de Noviembre de 1820, en que los hijos del Azuay proclamaron abiertamente su independencia de la metrópoli española, rompiendo las cadenas de tres siglos de ignominiosa servidumbre” según el primer artículo, disponiendo que “Se celebrará todos los años en esta ciudad el aniversario del Tres de Noviembre de 1820”. Se ignoró que casi medio siglo antes de 1915 ya se había instituido el 3 de noviembre como fecha de la Independencia.

Fragilidades de la memoria, imprecisiones de la historia, o extravío de documentos a manos de estudiosos que se los apropiaron, son culpables de errores o incertidumbres. Cuando hace un siglo Octavio Cordero Palacios, escribía sus Crónicas Documentadas para la Historia de Cuenca, apuntaba: “…Esa maravilla denominada Archivo Municipal, que está casi íntegro, por más que en sus respectivos anaqueles no aparezca tal, por hallarse muchos de sus volúmenes en otras manos, honradas todas, puede rehacerse un día”.

Años después, Antonio Lloret, fue más explícito: “Esta falta de examen se debe, con toda seguridad, a un obstáculo visible que impide llegar a una conclusión formal: la falta de nuestros Archivos que –para decir verdad- se hallan mútilos en los años anteriores y posteriores a los acontecimientos de 1820, saqueados como han sido sistemáticamente. ¿Quiénes lo hicieron?: resultaría fácil contestar la pregunta si pensamos que quienes los revisaron en los años del Centenario (1920) no tuvieron consideración alguna y los mutilaron y saquearon en forma irreparable”.

Ariolfo Carrasco, Presidente municipal en 1920, en el número 20 de la revista El Tres de Noviembre, apunta: “Por lo inusitado del caso, tal vez pudiera dudarse de la verdad de la afirmación, cuando decimos que no existe propiamente un archivo municipal; pues, no merece tal nombre media docena de legajos insulsos que encontramos botados en el suelo de un desván de la casa del Concejo. Todo lo útil ha desaparecido. Sabemos, por referencias, que una gran porción de libros y documentos preciosos pertenecientes al Archivo municipal se encuentran en poder de personas particulares y en un convento de frailes. Cuando al ex Secretario Municipal se le exigió la entrega del Archivo, muebles y más objetos encomendados a su guarda, junto con el Inventario respectivo, contestó que a él nadie le había entregado nada, y que no existía ni había sabido que existiese anteriormente el Inventario…”

Y se han mutilado no sólo documentos históricos de hace un siglo, sino recientes. Un ejemplo: un terreno del barrio Pérezpata cuyo dueño, en escrituras, certificó que era municipal, lo recuperó al desaparecer el acta de aprobación de la urbanización de la que era área verde, tras pagar algo más de cien dólares de tributos retroactivos, y dividirlo mitad para él y mitad para un ciudadano que gestionaba del Concejo la donación del lote íntegro para el Colegio de Periodistas del Azuay, que lo presidía. El caso, “debidamente” legalizado, quizá nunca sea tarde revisarlo. Ojalá el actual Alcalde se interesara, como no lo hicieron los dos anteriores.

El bicentenario de independencia sería ocasión para que el Concejo tome en serio la obligación de recuperar la información documental y sancionar a quienes han metido manos en ella. Si se espera el tercer centenario ya será, definitivamente tarde. Acaso los rateros de los archivos sean personajes encumbrados en el prestigio de su publicitada sabiduría histórica… o individuos que han hecho desaparecer testimonios con procedimientos ilícitos, por intereses también ilícitos…

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