Las masacres carcelarias se repiten cada vez con más frecuencia y más víctimas, creando angustia y desesperación en las familias de los reos, como la reacción que se observa en los rostros de estas personas, en una foto difundida al mundo a través de AFP

A seis meses de instalado en Carondelet el Presidente Guillermo Lasso, Ecuador flota en incertidumbres políticas, sociales, económicas, de inseguridad y delincuencia. Noviembre es decisivo para planear que el 2022 sea un año de algunas esperanzas.

Lo más difícil para los ecuatorianos es vivir en inseguridad provocada por el auge delincuencial, especialmente en Guayaquil y provincias de la Costa, donde los asaltos, los robos, los asesinatos, son cada día. La población vive abrumada por situaciones sicológicas enfermizas y angustiosas. Las cárceles, prácticamente tomadas por delincuentes que las gobiernan, son focos de irradiación de crímenes que se cometen a control remoto, a través de redes de traficantes de drogas, de malhechores profesionales que no respetan su vida ni las de otros seres humanos.

Las autoridades del Estado, las organizaciones sociales y judiciales, parecería han dejado irse de sus manos el control penitenciario. Bandas de reos equipados con armas de fuego, cuchillos, explosivos, dinamita, granadas y hasta sistemas de comunicación en libre funcionamiento, provocan masacres que van convirtiéndose en noticia de crónica roja a cada rato.

El 28 de septiembre 119 presos fueron masacrados y sus cuerpos mutilados, incinerados, decapitados, no permitieron reconocer las identidades sino en una semana de investigación forense. El 18 de octubre siete reos fueron encontrados suspendidos de sogas, ahorcados por su voluntad o voluntad ajena, nadie ha podido comprobarlo hasta el momento. En los primeros ocho meses del año en curso alrededor de 240 personas privadas de la libertad han tendido muertes violentas en las cárceles.

La delincuencia mantiene en terror a Guayaquil y otras ciudades del Ecuador. Nunca la delincuencia había llegado a semejantes extremos de irrespeto a la vida propia y ajena. El 15 de octubre el Presidente de la República decretó la emergencia en varias provincias, para combatir la inseguridad, pero la medida en nada a amenguado la delincuencia organizada a la que no afecta la medida gubernamental extrema, pues no hay día en que no se produzcan asesinatos y robos, casi en presencia de los elementos policiales y de las fuerzas armadas que hacen operativos.

El 22 de octubre el deportista Alex Quiñónez, destacado en el ámbito internacional, fue acribillado junto con un acompañante, en una calle de un barrio guayaquileño donde en los últimos meses más de sesenta personas habían corrido igual suerte. Se mata, sin discrimen, a inocentes o culpables, a honrados o delincuentes, a gente de bien y a malhechores.

Las noticias de crónica roja opacan a las de la corrupción, violencia política, a los temas de interés nacional como la Ley Creando Oportunidades, el debate legislativo, el alto precio de los combustibles, la “muerte cruzada”, la condena a prisión a un Defensor Público pagado por el Estado, culpable de abuso sexual contra una mujer indefensa ante funcionario de tan alta etiqueta burocrática.

El 16 de octubre, en Pasaje, provincia de El Oro, un hombre que paseaba en bicicleta fue atacado a tiros por un antisocial que luego de matarlo huyó en la bicicleta de la víctima. Las estadísticas oficiales sobre robos, asaltos y muertes violentas, evidencian que estos problemas humanos y sociales van en incremento. Poco servirán los dos meses de emergencia decretada oficialmente para combatirlos.

En los últimos días de octubre las organizaciones campesinas e indígenas apoyadas por sectores políticos adversos al gobierno nacional, iniciaron jornadas de reclamo al gobierno por el tema del precio de los combustibles. Al parecer estos movimientos, que presentan a facciones divididas, son la respuesta negativa a los llamados que ha hecho el Presidente Lasso para provocar el encuentro entre los ecuatorianos.

Un contraste, las fiestas novembrinas

En Cuenca y otras ciudades del país la expectativa ante los problemas nacionales, alterna con celebraciones independentistas y los largos feriados. El último fin de semana de octubre se unió a los tradicionales días de difuntos, de todos los santos y de independencia de Cuenca: cinco días de asueto.

Demasiadas vacaciones en un país que empieza a reactivarse tras la pandemia que causó estragos económicos. Se justifica aduciendo la necesidad de promover el turismo, pero las condiciones económicas generales no propician aprovechar del decreto oficial. Además, con los cambios de fecha de las celebraciones cívicas van perdiéndose las nociones de civismo sobre los acontecimientos patrios.

Cuenca tiene sus propias formas de estimular el turismo, aparte de los recursos paisajísticos, las artesanías, las tradiciones: la Bienal de Poesía, continuidad de la antigua Fiesta de la Lira, se inaugura el 10 de noviembre, con la participación de literatos de habla hispana que, atraídos por el prestigio de la convocatoria y los premios que otorga, participan además del envío de sus obras, en conversatorios y eventos literarios. Como aún no se ha ido del todo la pandemia, muchos actos serán a través de medios informáticos.

Para diciembre se anuncia la décimo quinta edición de la Bienal de Cuenca, evento internacional en el que participan artistas de países de América y otros continentes. Será la “Bienal del Bioceno”, invocando la convivencia armónica entre los seres vivientes y los espacios del Planeta, en contraste con la realidad en la que predomina, especialmente en el Ecuador, la desigualdad de oportunidades o la discriminación, la violencia. Bien vale, en todo caso, encarar la realidad con mensajes que inviten al respeto a la naturaleza, la armonía entre los humanos, la equidad de género.

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