Espectáculo vespertino de luz y color, desde el poblado de Uzhupud, en cualquier tarde.

Un sitio paradisiaco atravesado por el río Paute, entre saucedales y casas con jardines vistosos, es Uzhupud, en la parroquia Chicán, del cantón azuayo con nombre del río tutelar. En la vieja casa comunal un centro cultural entusiasma a jóvenes y mayores

La iniciativa fue de Johnny Jara, cuencano que con su esposa Su decidieron hace poco vivir en el acogedor caserío otrora rodeado de cañaverales esparciendo su aroma en la población. Cerca, una planta licorera hacía más específica la fragancia, pero los sembríos de caña y la empresa ya se han mudado.

La pandemia que hace un año y medio cundió por el mundo generó proyectos para combatirla y los esposos avecindados en el lugar, angustiados de ver la crisis educativa de alumnos recibiendo clases virtuales en los teléfonos celulares, improvisaron un aula en su domicilio, donde cinco estudiantes recibieron capacitaciones.

 Las manualidades, una de las jornadas de aprendizaje.

También se percataron de que una de las deficiencias era el aprendizaje del idioma inglés. Y abrieron cursos de nivelación en la materia y muchos padres de familia acudieron a pedir que se los incluyera a sus hijos. La casa particular resultó pequeña y había que encontrar la solución apropiada en un espacio mayor.

El diálogo con dirigentes comunitarios permitió que fuera la vieja Casa Comunal, junto a la iglesia, el lugar escogido, que además disponía de muebles, pizarra y servicios indispensables. “Entones se me ocurrió que sería importante contar con textos de apoyo. ¿Una biblioteca? ¡por qué no!”, comenta Johnny Jara, quien de inmediato hizo una campaña de donación de libros muy acogida que permitió realizar el proyecto, empezando por la construcción de estantes con sus propias manos y las del presidente de la comunidad. Ahora esos estantes están llenos de libros, muchos donados por la Casa de la Cultura, cuyas autoridades asistieron entusiastas a la inauguración.

 

 Johnny Jara, promotor de la agrupación cultural, haciéndolas de carpintero para los estantes de la biblioteca.

Uzhupud tiene ahora un centro de irradiación cultural y Johnny está satisfecho: “Lo que pretendemos es mantener un espacio que sirva también de apoyo a los estudiantes que tengan problemas con alguna materia, un centro de tutoría académica. Además, conscientes de la necesidad de promover la creatividad en los jóvenes, desarrollamos actividades artísticas e invitamos a artistas que generosamente han dictado cursos de dibujo. Planeamos realizar talleres de cestería, técnica que va perdiéndose; culinaria, proyección de cine y otras actividades que tienen que ver con el desarrollo de la comunidad”, dice el personaje convertido en un ciudadano más de Uzhupud, encantador paraje que le ha acogido y le brinda apacible ocasión a sus inquietudes intelectuales.

Está satisfecho de su proyecto de iniciativa privada, con donaciones de amigos y la buena voluntad de la comunidad de Uzhupud, sin ayuda de institución pública alguna ni de autoridades cantonales y provinciales sordas a los requerimientos, como la internet, para los jóvenes. “Un auténtico esfuerzo comunitario, sin otro beneficio que saber que estamos poniendo un grano de arena para que los jóvenes de Uzhupud tengan mejores oportunidades en el futuro”, comenta el hombre que cree haber cumplido uno de sus mejores sueños.

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