Los asesores han existido siempre. Antes, se los llamaba asistentes o consejeros. Y, en lo esencial, hacían lo mismo que los asesores de hoy.  Un asesor moderno es un experto en cierta rama de actividad. En un buen asesoramiento deben conjugarse tanto la habilidad del asesorado como la competencia de sus asesores

El pasado 25 de Abril se produjo, en la Argentina, eso que algunos llaman, últimamente, una tormenta perfecta. ¿Qué pasaba? Bueno... El precio del dólar se disparaba. (Ningún país es tan sensible, como éste, a las fluctuaciones del billete verde.) Había un paro de los camioneros. (Una vez arruinada la vieja y grande red ferroviaria, estos conductores, prácticamente, controlan el transporte nacional.) El metro de Buenos Aires no funcionaba. Los supermercados remarcaban los precios. El FMI hizo pública su preocupación... Las encuestas daban una mayor chance presidencial para Cristina Fernández. En muchas ciudades, grandes y chicas, había manifestaciones de reclamo al gobierno. Macri y sus ministros realizaban una reunión especial, de emergencia. Sólo falta el helicóptero. -- señaló alguien en las redes sociales. (Aludía a los mandatarios que habían abandonado la Casa Rosada, por el helipuerto de la terraza; una instalación que -- de paso -- ya fue cerrada.)

¿Cómo explicar la situación? Hay varias hipótesis. La personalidad de Macri; La pequeñez y debilidad de CAMBIEMOS, su organización política de base; la oposición peronista, significativa, a pesar de su división; la falta de programas de mediano y largo alcance... Se añadió, también, un aspecto aparentemente menor: la inadecuación, o la incompetencia, del asesoramiento presidencial.  En vista de que los cuatro primeros aspectos han sido ya bastante tratados, vale la pena darle cierta consideración a este último.

Hace falta, aquí, una nota previa. Como en casi todo lo humano, un político tiene su dimensión y sus condiciones. Si es grande, bien dotado y bien preparado, ser un estadista. Entonces, -- como se suele decir -- no trabajar para las próximas elecciones, sino para las próximas generaciones. Frondizi, Alfonsín... Si es mediano en todo, ser, quizás, un buen Presidente. Macri, si es pequeño, podrá arreglarse, con dificultades. De La Rua, Duhalde... Si es menos que esto, -- que también los hay; María Estela Martínez, Isabelita, la tercera esposa de Perón, por ejemplo -- fracasará; y podrá traer consigo el desastre. No es necesario decir -- pero lo decimos - que todos necesitarán asesoramiento. Y, desde luego, se diferenciarán en cuanto a proveerse de él y en cuanto a aprovecharlo. Agregado: Tampoco hace falta decir-- pero, igual, otra vez, lo decimos -- que cualquier ejecutivo, en el nivel que sea, también lo necesita: ministros, alcaldes (aquí, intendentes), coordinadores, gerentes... Pero hay, además y aparte, quienes no lo quieren o lo rechazan: los dirigentes dictatoriales (los antiguos monarcas, los caudillos latinoamericanos; los más famosos de nuestra época: il Duce, el Furher, El Padrecito de los rusos, Mao,...) Ellos no precisan asesores; sólo necesitan ayudantes, compinches y cortesanos. Y, claro, les sobrarán los adulones y los oportunistas. ¿Y por qué no lo quieren? Pues, porque ellos se las saben todas...Pero, en este punto, estamos ya entrando en la sicología y la patología de la política; que es otro cuento.

Los asesores han existido siempre. Antes, se los llamaba asistentes o consejeros. Y, en lo esencial, hacían lo mismo que los asesores de hoy.  Un asesor moderno es un experto en cierta rama de actividad. Veamos. Ante un reclamo de salarios, por ejemplo, un ministro de educación, podrá pedirle, a uno de sus asesores, un informe sobre la cuestión. (Un cuadro general y sintético del asunto; eso que hoy -- en un mundo colmado de anglicismos -- se llama un briefing; es decir, un documento concreto, corto y cabal.) …Este podrá complementarse con otro de carácter económico: el pertinente resumen hecho por un economista. Y con algún tercero o cuarto... Entonces, se nota que, en un buen asesoramiento, deben conjugarse tanto la habilidad del asesorado como la competencia de sus asesores.

El encuestador ecuatoriano Jaime Durán Barba es el principal asesor del Presidente Mauricio Macri, de Argentina (derecha).

Y volvamos a Macri. El Presidente podría disponer -- de quererlo y pedirlo -- de un asesoramiento muy amplio y competente. Hay, en el país, miles de expertos destacados en muchísimas áreas. Y, por lo menos, unas cuantas decenas de grupos de estudio y asesoramiento. (Esos que -- con otro anglicismo -- se denominan hoy día los think tanks.) ¿Por qué, entonces, Macri parece depender, exclusivamente, de los consejos de un pequeño grupo de sus amigos; y, sobre todo, de un extraño personaje: el “gurú” ecuatoriano Jaime Durán Barba? ¿No es ésta, ciertamente, una situación un poco anómala? ¿No nos recuerda -- salvando las diferencias -- a los tenebrosos López  Rega, de la dicha Isabelita; y Vladimiro Montesinos, de Fujimori? (Claro: Los tres están en la clásica línea del Rasputín de Rusia.) No desconocemos, por supuesto, la preparación del quiteño. Y su habilidad para hacer encuestas, venderlas y manipular con ellas a los poderosos. Pero tales cualidades no vienen al caso aquí.

Lo importante de esto se puede resumir en una sola pregunta: ¿Cómo logró Durán semejante influencia? ¿Por qué él se muestra, públicamente, como un superjefe de asesores, o como un ministro sin cartera? Y la dependencia presidencial molesta a algunos. Lilita Carrió-- una notable partidaria de Macri -- se indignó; y lo llamó, en un momento desafortunado, El Teñido. (Por el tinte negro oscuro que el asesor se aplica al cabello.) Y un compatriota nuestro nos dijo, hace poco, que Durán -- pese a sus aires de suficiencia académica -- es nada más que un chulla jactancioso y plantilla.(Mira: Nosotros  conocemos bien a ese típico personaje capitalino...) Soy macrista-leninista, -- dijo -- porque les asesoro, al mismo tiempo, a Macri y a Lenín Moreno. / El Papa, en la Argentina, no levanta diez votos... ¿Qué  tal? ¿Dónde ha quedado la discreción que debe tener un asesor? Bueno... ¿Quién se equivoca en este asunto: Macri o Durán? Nosotros creemos que los dos; se equivocan a dúo. Y -- dentro de tales limitaciones --  no parece haber nadie capaz de decirle al Presidente algo que los historiadores saben bien: Que la Argentina actual es el resultado de una doble excepcionalidad. Primera. El meteórico ascenso del país, en las últimas décadas del siglo XIX. Segunda. La súbita decadencia, que se empieza a producir hacia 1930. Y que esta última es -- realmente, con mucho y por desgracia -- el grandísimo y capital problema que hay que resolver.

 

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