Portada de la secular revista

El humor sale a flote en la seriedad de las solemnidades. Hace un siglo, por el primer centenario de la Independencia de Cuenca, varios jóvenes cuencanos crearon la revista RICTUS, cuyo segundo número prometieron para el 3 de noviembre de 2020

No hemos mojado nuestra pluma en venenosa hiel de sátiras, menos en la acrimonia del insulto. No se nos recele: somos enamorados, castos, leales, tímidos y flacos; en mucho traviesos y en nada serios. Ni se olvide tampoco que gastamos un buen porqué de esplín y murria fermentada en el ambiente pueblerino”, dicen letras iniciales.

Cosas de la juventud. “Juventud que no hace carne el verbo de sus nobles aspiraciones, que no aprovecha las fuerzas iniciales de la vida, es juventud estéril, enferma de ideales rotos, fruto ponzoñoso y deletéreo, que no polen fecundador del porvenir, magnánimo señor”, dicen al Presidente de la Junta del Centenario, “demandándole, humildemente, un auxilio pecuniario para poder contraer matrimonio y realizar el supremo ideal de llevar una existencia fecunda y benéfica para la patria y la humanidad”.

La primera página con los créditos

 Un fatigado jumento bajo tanto peso.

Esos solteros, acaso solterones hace un siglo, serían luego muy serios personajes en la cátedra, la literatura, la política. Varios taparon su identidad con seudónimos, pero casi todos han sido identificados: Alfonso Moreno Mora (Enrique de Rafael), Rafael Albornoz Cabanillas (RIZ-RAZ), Alfonso Andrade Chiriboga (Jonás). Víctor Manuel Albornoz, primer Cronista Vitalicio de Cuenca, escribe con su nombre, igual Alfonso María Borrero. Carlos Cueva Tamariz oculta su vena poética juvenil con el seudónimo Raúl de Loretho. Remigio Tamariz Crespo es ZIRIMAT; Cornelio Crespo Vega es Ygor; César Peralta Rosales, Armand.

Justifican su humor ante las solemnidades cívicas del centenario: “No pretende nuestra sonora y franca carcajada bastardear la magna gesta de nuestra emancipación, ni alterar la venerable pátina que cubre el blasón de la ciudad nativa. Reímos, porque queremos aprender a reír; y porque la risa, cabrilleo fugaz, dulce sacudida del espíritu, desaparece casi siempre con los labios que ríen”.

Y ríen aún con más seriedad: “Demos culto a la risa. La Grecia gentil y armónica, rió sin turbar el augusto reposo de sus héroes ni la solemnidad sagrada de sus fastos: allí donde se alzaba el legendario león de las Termópilas, se levantó después la estatua de la Risa: LEA AEMA”.

Versos de Américo Silva (¿) alusivos a Liut y el primer vuelo trasandino.

La publicación inserta caricaturas burlescas de personajes y temas muy serios, de Julio Arévalo. El poeta Remigio Crespo Toral, la corona de laureles de oro en las sienes, monta una acémila desbocada que relincha; en otra tres personajes formales y robustos -¿quiénes serán?- abusan con su sobrepeso al mulo que cabalgan, uno de ellos sujetándose al rabo.

Los recortes junto a esta nota dejan ver que el sentido del buen humor ha acompañado el quehacer periodístico cuencano ya hace un siglo. Acaso esta publicación inspiraría, décadas después, la aparición de La Escoba, irreverente continuación del semanario de Solano en el siglo XIX, con la diferencia de que salía “cuando le daba la gana”.

Jonás (Alfonso María Borrero), satiriza la proliferación de monumentos hasta el año 2020.

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