Ayer fue un día completamente despejado en Cuenca y el inmenso lago formado por la inundación tenía una extraña belleza, casi agresiva, con el indolente resplandor del sol.

 

Son tres semanas de angustia para miles de ecuatorianos afectados por el deslave y represamiento en La Josefina, mientras demora despiadadamente el desbordamiento del embalse, que acaso sea entre mañana y pasado.

 

Varias cifras han sido dadas en torno a la altura del espejo de aguas, pero lo más seguro es que se encuentre encima de los 2.354 metros sobre el nivel del mar. La evacuación se producirá a una cota superior a los 2.358 metros.

 

Han pasado cuatro días desde que hombres y máquinas abandonaron lo alto de la presa. Se comenta que hubo demasiada anticipación en suspender los trabajos, que bien pudieron continuar hasta romper varios metros más la altura de la cresta.

 

Son los comentarios inevitables por la ansiedad de la gente que esperó más de lo que la ciencia y la técnica pudieron hacer para excavar el canal por el que evacuarán las aguas. Fue un trabajo difícil y riesgoso y los tractoristas han recibido aplausos y agradecimientos.

 

Hoy se espera conocer el nombre del ciudadano escogido por el Presidente Sixto Durán Ballén para que dirija el Consejo de Programación, cuya responsabilidad será tomar decisiones para la reconstrucción de Azuay y Cañar.

 

Miles de familias evacuadas de la zona en riesgo esperan con temor el desenlace del drama cruel en el que están inmersos, con sus casas abandonadas en las partes bajas, que acaso puedan ser arrasadas por la corriente cuando se produzca el desbordamiento.

 

Allí están, solidarias y resignadas, gente de todas las edades, dispuestas a encarar un destino incierto. Los campamentos de refugiados semejan un escenario de guerra, donde predomina la tensión a tiempo completo, de día y de noche.

 

La mayor parte de habitantes de Paute y Gualaceo ha salido a Cuenca, donde parientes o amigos, pues cualquier incomodidad es preferible al improvisado refugio en lo alto de las montañas. En los campamentos están familias que no tienen a quién acudir ante la emergencia.

 

En los albergues de la Municipalidad de Cuenca y del Ministerio de Bienestar social se encuentran alojadas aproximadamente  300 personas, en su mayoría niños y ancianos, quienes reciben alimentación, vestuario y medicinas de los organismos públicos, además de donaciones particulares.

 

 

 

Abril 19 de 1993

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