Por Yolanda Reinoso

                                    En lo íntimo, perviven las costumbres de antaño: los matrimonios arreglados son la regla, aunque hoy en muchas casas los padres les permitan conocer al novio bajo supervisión antes de la boda, y hay quienes van a estudiar en el extranjero si bien acompañadas de un hermano o del padre si la situación permite. La religión juega un papel fundamental, así que ciertas restricciones se siguen aplicando pero no con el rigor que sí se observa en otras zonas de Medio Oriente

 

A menudo me preguntan sobre mi situación como mujer en Emiratos Árabes, con la curiosidad de qué se siente andar con el rostro cubierto por un velo, pero como la vestimenta local no se impone a las extranjeras, no tuve que cambiar de estilo. 
 
La población femenina oriunda del lugar, asume el uso de la vestimenta tradicional como una norma social según la cual llamar la atención masculina con vestidos sugerentes es mal visto, de ahí que cubrirse influye en muchos aspectos, tal cual el hecho de que ninguna mujer me hubiese permitido fotografiarle ya que la imagen femenina, incluso cubierta, se limita al ámbito familiar. Un dato curioso es que las fotos que se usan con fines comerciales en EAU, son de modelos extranjeras, en general egipcias y libanesas.
 
Debo puntualizar que el contenido de este artículo se refiere a la situación de la mujer en la sociedad de Emiratos Árabes, pues no se puede generalizar y decir que igual pase en otros países de Medio Oriente; de hecho, dentro de EAU, a medida que iba conociendo los distintos emiratos (el equivalente de distintas provincias en Ecuador), caí en la cuenta de que las mujeres podían ser más o menos conservadoras en razón de los usos de su ciudad y de cuán tradicional sea la familia con que se criaron.
 
Por ejemplo, en los emiratos de Dubai y Abu Dhabi, las mujeres en las capitales del mismo nombre, respetan la tradición de la “abaya” (vestido negro de mangas largas y falda hasta los tobillos) y la “sheila” (pañuelo que cubre el cabello), pero la mayoría deja el rostro descubierto y el uso de un maquillaje cargado es parte ya de la cultura urbana. Cuando se recorren las ciudades más pequeñas, y más aún los poblados alejados, se hace evidente que las mujeres prefieren el velo y la “burqa”, que no obstante ya va perdiendo popularidad entre las nuevas generaciones, por considerarse un accesorio poco juvenil.
 
Hace unos años, la reportera Christiane Amanpour presentó en CNN un documental sobremanera interesante acerca del cambio del rol social femenino en India a medida que las mujeres siguen carreras que antes se consideraban propias de los hombres, concluyendo que mientras más preparada es una mujer, menos dispuesta está a quedarse con el papel de ama de casa. 
 
Yolanda Reinoso y su esposo, Kevin, lucen las vestimentas típicas de los Emiratos Árabes
Algo similar ocurre hoy en Emiratos Árabes. Kevin, mi esposo, al ser profesor en el campus universitario de mujeres, tuvo la oportunidad de verificar que una gran parte del alumnado concordaba en que haber nacido en la tradición del Islam no le impide ser parte activa en la economía de su lugar natal, y menos si se considera que el progreso petrolero fue la causa del desarrollo educacional. La presencia femenina en empresas tanto públicas como privadas ya no es una novedad, sino un uso imprescindible en tanto que miles de mujeres se gradúan cada año y el país no podría darse el lujo de desperdiciar lo invertido en su preparación académica.
 
En lo íntimo, perviven las costumbres de antaño: los matrimonios arreglados son la regla, aunque hoy en muchas casas los padres les permitan conocer al novio bajo supervisión antes de la boda, y hay quienes van a estudiar en el extranjero si bien acompañadas de un hermano o del padre si la situación permite. 
 
Es innegable que la religión juega un papel fundamental, así que ciertas restricciones se siguen aplicando pero no con el rigor que sí se observa en otras zonas de Medio Oriente, especialmente donde la interpretación del Corán ha dado lugar al nacimiento de ramificaciones más extremistas del Islam. 
 
Mi forma de vestir no cambió, de modo que las veces que me vestí a lo islamita fue por voluntad propia y porque la ocasión ameritaba; lo que sí cambió en mí fue que desterré los estereotipos al ver que la faz particular de cada nación se moldea según su superestructura, pero sólo residiendo un buen tiempo en una cultura diferente, se conoce los detalles que definen la forma de vivir de un pueblo y acerca de la cual con frecuencia, los extranjeros nos equivocamos.

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