Discípulo del maestro Ortega y Gasset, fue uno de los pensadores y autores europeos más notables del siglo XX radicados en los países hispanoamericanos. De Cuenca fue a radicar en Costa Rica, donde murió
 
Francisco Álvarez González, intelectual español fundador de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuenca, falleció en la tercera semana de enero pasado. Nacido en agosto de 2012, sobrepasó un siglo de vida.
 
Filósofo y erudito en las disciplinas humanísticas, admiró además las ciencias, especialmente los grandes avances a lo largo del siglo XX, para hacer mejor y más larga la vida: “Esta eficientísima técnica de las últimas décadas ha contribuido a elevar, en forma prodigiosa, el nivel de vida de las gentes durante el último medio siglo. Se ha afirmado y con razón que si dicho nivel se elevó  en algo así como de dos a cuatro de la época del imperio romano a comienzos del siglo XX, durante el transcurso de este siglo se elevó en cambio de cuatro a 50, esto es, casi infinitamente más que durante los últimos dos mil quinientos años”, afirmó en una disertación en la Universidad de Cuenca, ya pasado de los 90.
 
Le trajo la Universidad, en el rectorado de Gabriel Cevallos García, para que organizara la Facultad de Filosofía, que empezó a funcionar el 31 de enero de 1952, con las especialidades de historia, literatura y filosofía, lo que tenía su explicación: “El hombre es el único ser abierto a las tres dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro… y para aprehenderlas dispone de tres instrumentos: memoria para el pasado, sensaciones y percepciones para captar el presente y la imaginación prospectiva para adentrarse y vivir lo por venir, el futuro”.
 
En abril de 2002 Álvarez González recibió un homenaje de la Universidad en la sesión conmemorativa del cincuentenario de la facultad: “Me complace haber contribuido –dijo-, junto con otros compañeros inolvidables, a crear esta Facultad de Filosofía que cumple medio siglo… Que ahora que cumple algo así como su mayoría de edad no olvide nunca el espíritu que presidió sus orígenes y que he querido recordar con estas palabras. Y que, como resultado de ello, siga tratando, con el mayor orgullo, de formar hombres cultos, críticos y tolerantes”.
 
También en aquella oportunidad tuvo pensamientos profundos sobre el destino de Cuenca, “agradable morada que los hombres han ido construyendo en el transcurso de los siglos”. Nada decía, que no tenga su razonamiento profundo: hombre y animal se comportan de manera contraria con su medio. El animal se adapta a él y hace su hábitat, mientras el hombre ajusta el medio a él para hacer su morada”. 
 
El pensamiento con el que nació la Facultad de Filosofía fue acoplándose a las exigencias de los tiempos, con reformas y especialidades que poco a poco se alejaron de los principios humanísticos que hicieron surgir los “bárbaros especialistas”, a los que aludió Ortega y Gasset, maestro del maestro fundador de la Facultad en Cuenca, a quien correspondió también, años después, crear en Costa Rica una entidad universitaria similar. Murió, precisamente, en Costa Rica, donde ejerció la docencia y escribió la mayor parte de sus obras de filosofía y literatura. 
 
La Universidad debería perennizar su memoria imponiendo su nombre a la Facultad o a un auditorio del plantel de enseñanza superior.
 

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