Como en lo político la lógica suele ser uno de los elementos menos considerados en un debate, resulta que lo que ayer fue constitucionalmente correcto, hoy ya no lo es, porque desde Bélgica se decreta la constitucionalidad o no de una pregunta.

   Las siete preguntas –número cabalístico- de la proyectada consulta popular ideada por el presidente Lenín Moreno, son variadas pero no para todos los gustos, en especial aquellas que tienen que ver con la reelección presidencial indefinida y la cesación de los actuales miembros del Consejo de Participación Ciudadana.   

   Frente a ellas, los correístas que enarbolan “principios” para oponérselas, tildan de inconstitucionales a las preguntas, porque supuestamente vulneran la Carta Política de Montecristi, sin reparar en que, en la anterior consulta, la de Correa, justamente el plantear la reelección indefinida también y con los mismos argumentos, pudieron calificarse de inconstitucional. Pero como en lo político, la lógica suele ser uno de los elementos menos considerados en un debate, resulta ahora que lo que ayer fue constitucionalmente correcto, hoy ya no lo es, porque, desde Bélgica, se decreta la constitucionalidad o no de una pregunta.

   Ricardo Patiño, el ex asesor y frustrado mediador entre Moreno y Correa, ha vuelto hoy a su papel de agitador de masas, de masas correístas, se entiende, y anunció que sacará a las calles a las huestes a fin de presionar a la Corte Constitucional para que deseche las preguntas en cuestión. Del otro lado del espectro político, también se anuncian marchas y movilizaciones, pero en sentido contrario, esto es para exigir a la Corte Constitucional que apruebe esas preguntas junto a las restantes, que no representan mayor discrepancia.

   Los Yasunidos, en cambio, exigen alcances y precisiones sobre el tema de la no explotación petrolera en la zona intangible y sus inmediaciones. Estos activistas de la Naturaleza, que difícilmente se los imagina en plena selva virgen, entre nubes de mosquitos y a orillas de ríos poblados por pirañas, porque son niños bien urbanos, pero amantes de la avifauna y, cómo no, de los “pueblos no contactados!” a los que ven a través de redes, exigen más de lo que la pregunta contiene, pero, en fin, Yasuní y sus alrededores no son la “papa caliente” de la consulta, sino los muchachos del Consejo de Participación Ciudadana y la reelección indefinida.

   Suponiendo que esas dos preguntas fuesen declaradas inconstitucionales por la Corte Constitucional de origen correísta, las cinco preguntas restantes quedarían como “agua chirle”, en una consulta castrada y desprovista de armas con las cuales comenzar el desmontaje del tupido, e inclusive inextricable aparataje correísta, modelo para gobernar de manera absolutista en pleno Siglo Veintiuno, como decir Monarquías Republicanas del Siglo Veintiuno, contrasentido filosófico y político, pero muy del agrado de aquellos que sueñan con gobiernos tan fuertes que sofoquen las libertades de los demás, tal como si no hubiera pasado por la historia la Revolución Francesa y la división de los poderes y funciones del Estado. Lo que se juega en la consulta, con las siete preguntas, va más allá de un rito en las urnas, porque apunta a democratizar a un país antidemocratizado durante una década, despojado de la independencia de poderes, hasta volverlo una especie de satrapía bajo la conducción del gobernante.

  La teoría del Socialismo del Siglo Veintiuno, acuñada por teóricos alemanes, casi como decir unos recién llegados al pensamiento democrático, contuvo resabios de totalitarismo mussoliniano y  hitlerista. Recordemos, para algunos despistados, que el nombre oficial del nazismo fue “Nacional Socialismo”, esta última palabra usada con impunidad, por supuesto.

 

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