Embalse producido con la presa de Chanlud, al norte de Cuenca.

Hace más de sesenta años se descubrió su potencial eléctrico y la variedad de aprovechamientos en beneficio de la población de Cuenca. Un comité para la conservación ambiental lleva dos décadas de vigilancia y protección ecológica y de la vida silvestre en esta zona donde colindan Azuay y Cañar

Estos ríos de Cuenca son un milagro de bondad y cordialismo: fecundan nuestros campos, nos brindan agua para los menesteres domésticos y las tuberías potables, y son los grandes obreros de la industrialización, obreros tales que de sus venas hacen cables de energía eléctrica”: así escribió en 1955 el periodista Alberto Andrade Arízaga, tras recorrer la cuenca del río Machángara.

Ya una década antes preocupaba a las autoridades la carestía eléctrica, mientras la ciudad crecía y se frustraban las iniciativas industriales por falta de energía. Además, la planta de agua de Cullca no era suficiente y el líquido no era potable. El Alcalde Luis Moreno Mora en 1945 en un comunicado decía: “Injusta labor es acusar al Concejo actual de la pésima calidad del agua que se usa para beber en la ciudad: esta situación proviene de descuidos de otros Concejos. Toca a la Oficina Sanitaria de esta zona dictar las medidas para corregir el estado impuro del agua, como es aconsejar al público que la use filtrada o hervida, hasta que tenga verdadera agua potable… El agua que tomamos en la actualidad no es sino un vehículo de un sinnúmero de agentes patógenos”.

Por entonces se buscó fuentes alternativas para la generación eléctrica y en 1945 el ingeniero Max Rueff, contratado por la Municipalidad, recomendó aprovechar las aguas del río Machángara,  al norte de Cuenca, sobre los tres mil metros de altura. Tres décadas habían transcurrido desde que en 1914 se instaló la primera planta hidroeléctrica de Cuenca, que empezó a generar 37.5 kilowatios, utilizando un desvío del río Tomebamba al occidente de Cuenca –donde hoy está el mercado de El Arenal-  a la que dos años después se sumaría una similar, de propiedad municipal: pero apenas puestas a operar la demanda creció más de lo imaginado y la instalación de plantas de mayor potencia se convirtió en necesidad apremiante.

El proyecto planteado por el ingeniero Rueff en la cuenca del Machángara permitiría además de la generación eléctrica, utilizar las aguas turbinadas para riego y para el consumo humano a través de plantas potabilizadoras. El proyecto era un sueño, y empezó a hacerse realidad.

A la compañía Luz y Fuerza Eléctrica, que sucedió a las primeras plantas eléctricas de Cuenca, siguió en 1950 la empresa Miraflores, que asumió el proyecto Saymirín, de 2 500 kilowatios que luego duplicarían su capacidad. Para las obras – vías de acceso, compra de maquinarias, instalaciones y más- sumarían esfuerzos y recursos la Corporación de Fomento (futuro Banco de Fomento), las municipalidades de Cuenca y Azogues; Asistencia Pública de Azuay y Cañar y la Caja de Previsión Social: por primera vez una obra pública local empezó a concebirse con presupuestos de más de 17 millones de sucres.

Cuando en 1957 Cuenca celebró cuatrocientos años de fundación, la planta de Saymirín ya estaba en operación y para garantizar su futuro se construyó el reservorio de Dutasay y la presa El Labrado, con capacidad de seis millones de metros cúbicos para disponer de reserva en tiempos de estiaje, obra que entró en servicio en 1972. De inmediato se construyó la central eléctrica de Saucay, con 8 mil kilowatios de potencia, que permitió expandir la cobertura a varios cantones azuayos.

En 1979 el Instituto Ecuatoriano de Electrificación (INECEL) se sumó como accionista a las instituciones locales y regionales involucradas en el tema eléctrico, como principal accionista y, a partir de entonces, la razón social se cambió a Empresa Eléctrica Regional Centro Sur, con cobertura en las provincias de Azuay, Cañar y Morona Santiago. Entonces se retomó el proyecto de la presa de Chanlud, cuyos estudios fueron ejecutados 25 años antes por la consultora T. Ingledow Associates Limited, actualizados por el consorcio Geosisa, de Quito, e Intecsa, de España, en 1978. El propósito fue aprovechar las estructuras geológicas, con una garganta natural que sólo requería cerrarse, para embalsar 17 millones de metros cúbicos para regular los caudales y ampliar la operación de las centrales Saucay y Saymirín, aparte de suministrar agua de consumo humano, regadío, la preservación ambiental y los sistemas eléctricos. Chanlud opera desde 1996 y su función equivale –con la gran diferencia de magnitudes- a la de la presa de Mazar en el sistema hidroeléctrico del río Paute.

La antigua y emblemática planta hidroeléctrica de Saymirín.

Las aguas turbinadas en Saucay y Saymirín van a la planta de Tixán que con las ampliaciones por concluir producirá más de dos mil litros de agua potable por segundo, para abastecer a Cuenca hasta el año 2037, interconectada con otras en las cuencas de los ríos Yanuncay y Culebrillas. Además,  proporciona riego a cerca de tres mil usuarios en 1 300 hectáreas colindantes.

Un Comité de Conservación de la Cuenca del Machángara, creado en julio de 1998 integran el Ministerio del Ambiente, la Secretaría del Agua, Elecaustro, la Universidad de Cuenca, la empresa municipal ETAPA, el Ministerio de Agricultura, el Gobierno Provincial del Azuay y la Junta de Usuarios del Sistema de riego Machángara. Este organismo realiza el monitoreo y control de la cuenca, como la prevención de incendios forestales, la caza, la pesca y tala de vegetación.

Para proteger las fuentes hídricas se han sembrado 450 mil plantas nativas y se mantiene programas agroforestales y silvopastoriles. Para el uso integral del suelo se ha incentivado la creación de huertos familiares, la producción de abonos orgánicos, el mejoramiento de pastos, y sistemas de riego parcelario. Para la conservación de la naturaleza la empresa ETAPA ha adquirido 1 514 hectáreas próximas a Chanlud y, la empresa Elecaustro 85 hectáreas, más 900 acabadas de comprar por el vigésimo aniversario del Comité, el 28 de julio reciente.

Además, se mantienen programas de educación ambiental, con la participación de habitantes de la zona y alumnos de planteles docentes, así como la promoción de buenas prácticas agropecuarias. La empresa Elecaustro, propietaria de los sistemas hidroeléctricos de la cuenca del Machángara, ETAPA, que administra la planta de Tixán, son las entidades con mayor preocupación y responsabilidad en la preservación.

La garganta geológica de Chanlud, cerrada con la presa (derecha) para la caída de agua generadora de electricidad.

 

UNA OBRA Y SUS PIONEROS

Los usuarios del servicio eléctrico y del agua potable no imaginan los sacrificios de los mentalizadores y ejecutores de las obras planeadas hace más de medio siglo en la cuenca del Machángara.

Para construir la central de Saymirín, debió abrirse la carretera desde Cuenca con precarios equipos mecánicos, venciendo muchas inclemencias. Al Comité de Conservación antecedieron visionarios dotados de heroísmo para ejecutar obras que hoy siguen siendo útiles y cuya memoria debería recibir homenaje.

Arturo Salazar Orrego fue Gerente de la empresa Miraflores, mentalizadora y ejecutora de la obra. Con él trabajaron cerca los profesionales Benigno Malo Crespo, Víctor Tinoco Chacón y Eduardo Pachano Naranjo. El ingeniero Tinoco, docente y decano de Ingeniería, falleció mientras trabajaba en el proyecto.

El periodista Alberto Andrade Arízaga –quien escribía con el pseudónimo Brumel -, los evocó en 1955 en un reportaje en la revista Ecran, entusiasmado por la magnitud del desafío y el aliento esperanzador para el futuro. Decía: “La Miraflores es simplemente la estación que separa el pretérito del taller con el futuro de la fábrica; es simplemente el puente entre la ciudad vieja y la ciudad nueva que mañana dirá el himno rotundo del trabajo y de la producción…”

 

ELECAUSTRO, SUS OBRAS Y PROYECTOS

Ingeniero Antonio Borrero Vega, Gerente de la Empresa

Antonio Borrero Vega –ingeniero eléctrico-, es Gerente de Elecaustro S.A, empresa que entrega al Sistema Nacional Interconectado el 2,5% de la electricidad que produce el país. La cifra –85 megawatios- es baja en relación con las de las grandes centrales, pero tiene valores agregados que la hacen modelo de eficiencia y modernización, con tecnología de punta y aportes de bienestar en la vecindad de sus obras.

Él preside el Comité de Conservación de la Cuenca del Machángara, como se llama desde 2017 el Consejo creado hace 20 años para cuidar las 25 mil hectáreas de reservas protegidas bajo políticas del Ministerio del Ambiente, una de las entidades del organismo. Considera que es delicado el manejo de la cuenca en la que inciden actividades agrícolas, pecuarias, de vivienda y ganadería, pero se ha incluido a los vecinos, que apoyan los proyectos, por sus beneficios comunitarios.

Aparte de las centrales Saucay y Saymirín, repotenciadas con equipamientos de fabricación nacional, las presas de El Labrado y Chanlud regulan los cauces para la planta potabilizadora de Tixán, que opera desde 1999 con 800 litros por segundo y se amplía para más de dos mil, para proveer a Cuenca hasta más allá de 2037.

Elecaustro ha trascendido la cuenca del Machángara y el Azuay, para construir la central hidroeléctrica Ocaña, con aguas del río Cañar, que produce 50 magawatios. La planta eólica de Huascachaca, en Saraguro, operará desde 2019 con 50 megawatios y avanza la construcción de la central de Quingohuaico en Soldados, del Parque Nacional El Cajas, para 22 megawatios.

Antonio Borrero defiende las pequeñas centrales que usan la capacidad energética de las cuencas hidrográficas. Fue un error de INECEL –opina- suspender las pequeñas centrales locales. Por eso, en Gualaceo, Elecaustro repotenció con equipos también de fabricación nacional la vieja planta de Sumblid, que subió de 250 kilowatios a mil, un modelo de plantas pequeñas.

Las máquinas originales de Saucay y Saymirín se han convertido en piezas de museo tecnológico, pues actualmente operan con equipamiento y sistemas de punta y aumentaron el 25% de producción con los mismos caudales. También dejó de operar la planta de Monay, que había cumplido su  vida útil.

Elecaustro nació en 1999, con la escisión de las empresas eléctricas en las de generación y distribución, quedando con ella las generadoras de la Eléctrica Regional Centro Sur. En 19 años de vida es una empresa próspera: el capital inicial de siete millones de dólares subió a 155. La presa de Chanlud, la modernización de las centrales y la construcción de las nuevas, están pagadas y no hay deudas. En la empresa laboran 160 personas, de ellas 110 trabajadores y 50 en la planta administrativa y de profesionales.
“No buscamos ganancias lucrativas, pero disponemos de utilidades normales, manteniendo bajos costos que en los últimos 11 años han subido de 8.5 a 9,5 centavos el valor del kilowatio de consumo doméstico, con precios competitivos en el sector comercial”, apunta el Gerente.

La empresa apoya a las comunidades en vialidad, productividad agropecuaria, servicio de laboratorios, capacitación y formación de líderes, destacándose su aporte en zonas rurales del Cañar. También deriva en beneficio de las comunidades información de las estaciones hidrometeorológicas para prevenir las condiciones climáticas, los flujos de los ríos y su incidencia agrícola. El control de los incendios forestales ha tenido buenos resultados, con pobladores rurales adiestrados en acciones y equipamientos bomberiles, conscientes de la obligación de proteger la naturaleza, el ambiente y la vida en todas sus manifestaciones.

 

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