Carlos Cueva Tamariz fue maestro primario, secundario y superior. Desde la juventud ejerció altas dignidades en el país y en el extranjero. Varios hombres de gobierno recurrieron a su consejo en situaciones delicadas en la vida del país. En Cuenca, su figura sobresale egregia y distinguida: admira la lucidez de su pensamiento y la robustez física, cuando ha pasado los ochenta y dos años.

- Usted ha tenido activa participación pública en el país. ¿Cómo resume esa participación?

- Se ha producido primordialmente por el lado de la educación. Varias veces fui diputado a los congresos y asambleas nacionales. Fui senador por la educación superior. Dos veces ministro de Estado: en 1932 en la cartera de Gobierno en el régimen de Alberto Guerrero Martínez, quien asumió el poder a raíz de que el congreso descalificó a Bonifaz. Más tarde fui ministro de Educación, en el gobierno de Galo Plaza.

He participado en las asambleas constituyentes desde 1928, en el gobierno de Isidro Aytora; más tarde en los años 38, 44, 66 y en 1977 presidí la comisión que elaboró la Constitución aprobada por el pueblo en el referéndum de enero de 1978.

- ¿Cuáles considera sus funciones más notables en la función pública?

-   He mantenido una permanente lucha. Una de sus manifestaciones sobresalientes ocurrió cuandoo desempeñé el ministerio de Educación y los conservadores querían destituirme. La interpelación duró tres sesiones del congreso, pero por entonces se necesitaba los votos de las dos terceras partes de los legisladores para descalificar a un ministro y no lo consiguieron por dos o tres votos de diferencia a mi favor en la última sesión.

- ¿Quién fue el más tenaz opositor y por qué razones?

-   Fue el doctor Ruperto Alarcón. La razón fue muy disparatada: el hecho de que un socialista haga defensa del laicismo, al que por entonces se hacía severa campaña, pese a que era un partido aceptado desde mucho tiempo anterior. Yo dirigí una circular al magisterio secundario recomendando que los profesores laicos no presten servicios en los planteles particulares. Se me acusó de violación de las libertades, pese a que no fue una orden, sino una recomendación. Por ese entonces dije también a un periodista que la educación particular era tolerable, lo cual se interpretó como un ataque a los planteles confesionales.

El partido conservador por entonces era disciplinado y resolvió que sus legisladores votasen por mi descalificación. Recuerdo que algunos conservadores votaron a mi favor y fueron expulsados del partido. Entre ellos, Miguel Ernesto Domínguez, legislador por Cañar, y un doctor Jaramillo, de la provincia de Loja.

- ¿Cómo se define usted desde el punto de vista religioso?

-   Yo soy propiamente un agnóstico. Carezco de fe. No soy católico. Respeto la religión y a los creyentes.

- El ambiente ecuatoriano es católico. ¿Cómo juzga la influencia de esta religión en la vida del pueblo?

- Ha sido a veces positiva y a veces negativa. Negativa, cuando se ha incurrido en exageraciones que llegan a lo sectario y al fanatismo. En la política la influencia ha sido también negativa. Actualmente, por ventaja, se está superando estas situaciones y la iglesia católica, después de Juan XXIII, ha cambiado muchísimo y está contribuyendo a modificar las bases socioeconómicas del mundo. Esta es una influencia positiva.

- ¿Ha influído en usted -o piensa que influirá alguna vez- el catolicismo?

- Ya no. En el aspecto meramente humano, la doctrina de Cristo me parece la más conveniente, pues se basa en el amor al prójimo, en el rechazo a la violencia, en la paz social. Creo que en mi vida he sido un cristiano, en el mejor sentido del cristianismo.

- ¿Qué opina de la juventud actual, desbordante de muchos excesos?

-   Hay aspectos en la actualidad que están influyendo negativamente en las nuevas generaciones. La humanidad aspira a que sus problemas se resuelvan pero no por la violencia que a veces llega a lo criminal. Antes jamás se permitía la exhibición de películas escandalosas dañinas para la recta formación espiritual de la gente. Estas anomalías son manifestaciones de decadencia y no de progreso.

- Usted ha visto y vivido el progreso de Cuenca desde inicios del siglo. ¿Qué puede contarnos?

- Cuenca era pequeña. Desde que yo la recuerdo -allá por los años 1904-1905-, creo que no tenía más de 30 mil habitantes. Iba de San Sebastián a San Blas. A la calle Bolívar se le llamaba €œla carretera € y tenía acequias a los lados.

La ciudad ha progresado. Ahora está por los 150 mil habitantes. Esta zona de El Ejido en la que yo vivo es totalmente nueva. También son recientes las urbanizaciones de la colina de Cullca y de otros barrios. El edificio de la Universidad de Cuenca -hoy palacio de Justicia- se inició en el rectorado del doctor Honorato Vázquez. Por entonces yo era estudiante y se colocó la primera piedra. El edificio fue concluído en el rectorado del doctor Remigio Crespo Toral. Más tarde, cuando yo fui al rectorado de la Universidad, una de mis mayores preocupaciones fue la de dotar de locales adecuados a la Universidad y se construyó la actual ciudadela universitaria.

El colegio Benigno Malo fue construído en el rectorado del doctor Andrés F. Córdova. Yo fui profesor y rector de ese Plantel. El edificio fue terminado en la administración del doctor Miguel Díaz Cueva.

- Cuando una persona tiene toda una vida ya vivida, como una cúspide escalada a lo máximo, ¿Cómo se mira la vida?

- Se la ve con más tranquilidad y serenidad que en la juventuid. En la vejez se ve todo de un modo sumamente tranquilo. Todas las cosas se las juzga con claridad y severidad.

- ¿Qué le diría entonces a la juventud?

-   Que es necesario que se preocupe debidamente por el estudio y la práctica de las virtudes ciudadanas, para el ineludible cambio que tiene que realizarse no solo en el país sino en el mundo entero, porque el porvenir de la humanidad es el socialismo.

- ¿Algo de su familia, de sus hijos, de sus cosas íntimas?

-   Tengo siete hijos: cuatro mujeres y tres varones. Ellos me han dado 26 nietos y éstos a su vez 31 bisnietos. La pérdida de mi esposa fue algo para mí muy duro, poro se ha aliviado gracias a la larga familia que tengo y es mi consuelo. Todos viven en este mismo barrio y estoy con mi familia constantemente. Esta es una de las compensaciones por la pérdida de mi señora... Ya me imagino lo que hubiese sido de mí sin mi familia.

- ¿Qué más le gustaría contar...?

-   Que todavía sigo dictando mi cátedra en la Universidad. Pienso que el año lectivo que se avecina será el último año que la dicte.

- ¿No cree que aún tiene física e intelectualmente años por delante?

-   Bueno, tengo acumulada bastante edad. Me siento bien de salud e intelectualmente lúcido. Pero a veces uno se da cuenta de que está perdiendo la memoria, especialmente de aquellas cosas cercanas, los nombres de algunas cosas. Más bien se recuerda claramente hechos de épocas pasadas hace mucho tiempo, cosas distantes.

- ¿Qué recuerda de su infancia, doctor Cueva?

-   Sí, muchas cosas. Una de ellas, que pasé mi primera infancia en la costa. Mi padre tenía un cargo en el ingenio azucarero Matilde, cerca de Milagro. Por entonces debo haber tenido tres o cuatro años y allí asistí a la escuela para aprender las primeras letras. Recuerdo que conocí en esa hacienda a don Luis Martínez que era administrador y tenía un hijo y una hija. Pasaba en un sillón de ruedas, porque vivía postrado.

Octubre de 1981

*Carlos Cueva Tamariz murió el 8 de abril de 1991.

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