La selva es inmensa y verde como el mar. También es profunda. Al sobrevolar en helicóptero el área donde están desparramados los restos del avión de la compañía Saeta accidentado el 23 de abril de 1979, el piloto decía “aquí, abajo, están los pedazos del avión”. Y sin embargo de estar a escasos metros sobre la vegetación, la mirada no podía penetrar la espesura.

El río Encanto, caudaloso, apenas si se lo veía de vez en cuando como un pedazo de serpiente, entre la vegetación que se juntaba de orilla o orilla.

En esa zona, distante unos diez minutos de vuelo en helicóptero desde el aeropuerto de Shell Mera, la selva mantuvo celosamente el secreto de la tragedia aérea casi por cinco años, durante los cuales se crearon historias, versiones, novelas, leyendas y mentiras sobre la suerte de la nave y de sus ocupantes. Los aviones de rastreo provistos de sofisticados aparatos de detección, las investigaciones de parasicólogos y brujos, ni el sacrificado trabajo de búsqueda, a su modo, de los familiares de los desaparecidos, dieron nunca con el sitio del accidente.

El avión había caído en fragmentos en una superficie de cuatro o cinco kilómetros de diámetro, en una zona selvática donde jamás había llegado un ser humano. Entre la montaña conviven el musgo, los arbustos, los helechos y árboles gigantes, en capas de diversa altura.
Al caminar entre la espesura, observando los pedazos del aparato siniestrado, rara vez penetraban los rayos del sol en esas profundidades. Cuando cayó un aguacero en el interior oscuro de la selva se escuchaba el ruido de las gotas sobre la vegetación, pero se podía estar dentro sin mojarse.

En el seno de esa fronda silvestre habían permanecido los cuerpos sin vida de los ocupantes del avión de Saeta. El casual hallazgo puso término a uno de los misterios de la aeronavegación: que la nave fue secuestrada por la mafia; que fue desviada a un campamento secreto en la selva, donde aterrizó en un aeropuerto clandestino y los pasajeros eran obligados a cultivar la mariguana; que un Objeto Volador no Identificado (OVNI) lo llevó a remotos confines siderales; que por acción terrorista se pulverizó en el aire...

Fue un hombre del campo, de apellido Ramos, que al abrir una “pica”, observó pedazos metálicos , prendas de vestir y vasos con la inscripción Saeta. Eso ocurrió a mediados de febrero pasado y un mes después no ha sido posible rescatar aún los cuerpos de todos los ocupantes por la agresividad de la selva y las dificultades de movilizarse en ella.

El helicóptero con tres periodistas y dos familiares de los pasajeros se posó sobre una empalizada con árboles. Conscriptos “Iwias”, expertos para caminar por el enmarañado, oriundos de la región amazónica, eran los guías para la caminata de tres horas.

A más de la espesura vegetal, el sitio tenía altibajos: había que ascender fatigosamente y descender luego por las laderas casi verticales, asidos de los montes, entre los que no era difícil agarrar una rama con espinas. Fue impresionante observar allí, desparramados, en increíble certidumbre, los extremos de la civilización: la selva virgen nunca pisada por el hombre y los restos del avión, símbolo de velocidad y modernidad en los transportes.

En tres horas de caminata observando pedazos del avión y vestigios de seres humanos -asientos, cinturones de seguridad, latas, zapatos, cepillos de dientes, hojas de periódicos o revistas- la caminata no fue de más de cuatro kilómetros. Había que trepar sobre enormes raíces para continuar la marcha o arrastrase por debajo de ellas.

La selva parece infinita como el mar. Un avión hundido en su espesura es poco menos que una aguja. “De caerse este aparato deberían pasar muchos años hasta que nos localicen”, decía Héctor Camacho, piloto del helicóptero, mientras al retornar a Shell Mera desde la altura las copas de los árboles semejaban grandes olas inmóviles en el mar infinito de la selva.

 
Marzo de 1984

Suscríbase

Suscríbase y reciba nuestras ediciones impresas en su oficina o domicilio llamando al 0984559424

Publicidad

Promocione su empresa en nuestras ediciones impresas llamando al 0999296233